Un rival rocoso, que pelea por lograr un espacio en el panorama europeo

La selección lituana, que mañana se enfrentará a España con el liderato del grupo 7 en juego, es un conjunto rocoso, que busca dar el salto de calidad para lograr, en el fútbol, la misma aceptación entre los grandes del continente que ha obtenido en la política. Situada en el centro geográfico del continente, la mayor de las tres repúblicas bálticas de la antigua URSS cuenta con una población decididamente europeísta, que aprobó con un 91 por ciento de votos favorables su adhesión a la Unión Europea, de la que es miembro desde el pasado 1 de mayo. Con una economía saneada y sin tensiones étnicas importantes, dada la homogeneidad de los 3,7 millones de personas que componen su población, Lituania ha encontrado en el deporte una forma de reivindicarse como nación, con la selección de baloncesto, actual campeona europea, como máximo exponente. Pero, desde el escaso hueco que le han dejado los éxitos del baloncesto, la selección de fútbol ha ido reclamando atención, gracias a los sorprendentes resultados obtenidos, sobre todo, en los dos últimos años. La evolución de su fútbol está condicionada, lógicamente, a su historia política; independiente en 1918, parte de la URSS desde 1940 hasta 1990 y de nuevo libre al comienzo de la pasada década. Lituania fue miembro de la Fifa en 1923, año en el que jugó su primer partido internacional (0-5 contra Estonia), y llegó a disputar los Juegos Olímpicos de París'24. Tras la anexión soviética, los clubes lituanos formaron parte de las divisiones inferiores de la URSS hasta que el Zalguiris de Vilna logró el ascenso, en 1982. La declaración de independencia del 11 de marzo de 1990, le permitió jugar como selección, dos meses después, frente a Georgia (2-2), pero no fue hasta un año más tarde, después de que la Unión Soviética admitiese su secesión, cuando volvió a ingresar en la Fifa.