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Jorge Martínez saca de la pista al Alcobendas en media hora escasa (41-28)

Ademar supera la barrera de los 40 goles en un partido de defensas casi testimoniales

Jorge Martínez atrapa uno de los numerosos balones que detuvo en el transcurso del partido de ayer

León

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A imagen y semejanza de lo que fue él mismo en sus tiempos de jugador, Rafa Guijosa ha creado en Alcobendas una tribu de guerrilleros, dispuestos a dar batalla por donde quiera que pise Alcobendas este año, y León agradeció el homenaje al balonmano que tributaron en el Palacio dos equipos cortados por el mismo patrón, a los que diferencia el potencial individual de la calidad que ponen las figuras internacionales, que no tiene de momento el único equipo de balonmano de Madrid en la División de Honor, que poco a poco van haciendo equipo como indica su nombre en el plantel de Cadenas. El guión de secundarios, se movió bajo esa línea argumental. Jorge Martínez se hizo inmenso en el papel de protagonista estelar y rubricó el gran inicio de temporada en el que se mueve Ademar con un excelente 21/29 que no se ve todos los días por ahí. Después del él, no hubo partido. Al descanso, todo estaba decidido, para disfrute local, ahora que la carga de partidos baja de número y sube de intensidad. Llega lo bueno. En realidad, de un tiempo muerto solicitado por el técnico de Valdevimbre (min 10,29 y 3-3 en el marcador) nació el primer golpe de efecto que mató el partido. Saric se había colocado en 5/9 bajo los palos de la meta rival y no había forma humana de dar salida al caudal de ataque de León, no muy fluido, bien es cierto, a aquellas alturas de partido. Ideas básicas «Hay que recuperar balones en defensa, quiero un contraataque más rápido y cuando tengamos que jugar en estático, por favor, un poco más de movimiento entre líneas» gritó el míster local. No había forma de que León apareciera en esencia, y el peligro del juego rápido y las acciones de contra molestaban más de lo debido con el partido aún en pañales. Así que Ademar apostó por dar a Perales la dirección del equipo, en lugar de Raúl Entrerríos, que capitaneaba el siete de gala para el inicio de partido, y en un santiamén, al partido le llegó letal un parcial 7-0 (9-5) que no se interrumpió ni con el time-out al que recurrió desesperado Alcobendas, a la vista de lo que se le venía encima. «Más sencillo el ataque posicional, más visión con los compañeros y no tanto uno para u no a la primera de cambio. A ver si somos capaces de jugar un poco más de pase y va» se desgañitaba Cadenas desde la banda. Héctor tomó la plaza de Colón, Raúl volvió a cancha, pero en el lado de Metlicic, y el torrente ofensivo de la escuadra de casa se volvió imparable. Antes tuvo que perder a Krivochlykov por exclusión, después de protestar, y a Raúl Entrerríos dos veces, víctima del infortunio. Fue entonces cuando apareció Jorge Martínez. Andaba ya en un 10/15 muy a tomar en cuenta, cuando se marcó una serie de dos paradas seguidas en seis metros, y al gesto de derrota de la tercera, que acabó en gol, respondió la grada con una ovación de esplendor, que premió la intención del asturiano. Bajo los palos también se puede demostrar garra. Poco antes del intermedio, al cancerbero titular leonés (18/26) ya le asistían números estratosféricos. Y por completar el festival, Erevik cazó un penalty puntual y acompañó con carcajadas notorias cada una de las excelencias de su compañero bajo el marco. Eso es lo que se llama compañerismo y buen ambiente, y de eso va sobrado León este año. En el banquillo y en el vestuario. Después del 7-0 con que se había obsequiado León a tres minutos y medio escasos del final (16-5) el partido estaba medio resuelto, y al intermedio, el asunto no iba mucho más desencaminado, así que para la otra media parte, Cadenas recurrió de nuevo al manual de rotaciones. Ole Erevik tomó el sitio bajo el marco, Prendes ganó minutos de ataque, y en la cancha quedó claro, arrancada ya la segunda mitad (min 7.40) que las ganas del ex Granollers Marc García (0/6), la envergadura del ex-Barça Aguirrezabalaga (2/5) o Victor Tremps, el pivote que asistió impotente pero desde la pista a la «muerte» deportiva de Valero Rivera en la final de la Copa Asobal de Ciudad Real en diciembre del año pasado, no sirven de nada sin la mano de los hombres más curtidos en el historial de Alcobendas. Porque para ver la primera parada de Saric después de la media parte, hubo que esperar ocho minutos largos. El tope de ventaja máxima se plantó en los 13 goles (25-12) y a partir de aquel momento, Viran Morros tuvo minutos en ataque para el lanzamiento, Curuvija y Perales siguieron dando vueltas a las rotaciones y hasta Saric probó el sabor del banquillo. Camino de un registro Para los catorce minutos finales quedó la carrera por el mítico registro de los 40 goles, para el que la media (31-18) andaba genial. Convertido en un correcalles el partido, no iba a ser difícil cruzar la frontera psicológica, aún a costa de convertir el partido en un cambio de goles por sistema, porque hacía ya un buen rato que las defensas habían terminado al partido y todo había quedado reducido atrás a ver qué porcentaje de acierto podía firmar Erevik. 39%, no está mal.

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