Diario de León

Cormoranes intrépidos

La escasez de truchas en el Esla y toda su cuenca no comenzó con la aparición de los cormoranes en sus orillas, como tampoco fue consecuencia de la introducción del lucio

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Ordoño Llamas Gil - león
León

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Una invasión imprevista parece haberse cernido sobre los cielos de nuestra provincia, como si de marcianos de negras alas y picos como puntas de flecha o lanza se tratase, incrustándose en vuelo rasante desde el mar hasta todos los cursos de agua fluviales o lacustres, donde han ido aposentándose escogiendo los riscos de las riberas o las ramas que se inclinan sobre la superficie de las aguas, desde donde poder otear u observar todos los movimientos que se produzcan entre ellas. Desde estos lugares es fácil dejarse caer en picado sobre los confiados peces que, ajenos al peligro inminente, pueden perecer entre los picos de estas veloces y voraces aves, sin presentirlo. Ningún terrícola del interior había visto nunca de cerca a estos aerodinámicos pájaros, negros como la misma mala reputación que los persigue, como no fuera en los libros de ornitología o en los abundantes reportajes televisivos, donde puede observárseles en sus picados rompiendo la superficie del agua e internándose varios metros bajo la misma en busca de sus presas, generalmente peces de todo tipo fáciles de sorprender en todos los litorales marítimos, ecosistema al cual pertenecen estos reactores de afilado pico. Depredación en los ríos Como quiera que la depredación ejercida por los pescadores de red en todas nuestras costas ha diezmado la población piscícola se cree que algunas avanzadillas de estas aves han decidido explorar las corrientes de agua interiores y sus lagos o pantanos, en busca de lugares donde la abundancia de pesca pueda augurarles un porvenir mas halagüeño, siendo esta la causa por la que se han presentado en cursos de agua como el río Esla y adyacentes, además de algunos pantanos del interior. Hace ya, por tanto, algunos años en que se les ha visto (dicen que cazando) por estas zonas acuáticas, lo que ha hecho saltar las alarmas sobre su peligrosidad para la supervivencia de las truchas en nuestros ríos, y especialmente para el río Esla en todo su recorrido, si bien se puede demostrar que por muchas veces que se desplace uno a este río con la intención de pescar en él, casi todas (por no decir el 100%) volverá para casa sin haber visto ningún pájaro negro en sus orillas, como no sean cuervos, cornejas, chovas o grajos de los que existieron siempre, pero que no tienen la osadía de lanzarse en picado sobre el agua y nadar entre élla, pues se ahogarían. En lo que a mí respecta, sólamente he podido verlos en algunos pantanos, en cantidades que nunca exceden de cuatro o seis ejemplares, y excepcionalmente un ejemplar en un río que no era el Esla, y que a su alcance sólo tenía bogas y barbos (pocos). Cierto que he oído relatar sus hazañas a personas y guardas que dicen que los han visto en bandadas ... La escasez de truchas en el Esla y toda su cuenca no ha comenzado con la aparición de los cormoranes en sus orillas, como tampoco fue consecuencia de la introducción del lucio, al que se le achacaban horrendas comilonas de truchas, incluso en lugares donde nunca las había habido. Como el lucio no ascendió a las cumbres y se quedó en las incipientes laderas, no se pudo decir que las que faltaban en la montaña formasen parte de su menú, por lo que se hacía imprescindible encontrar de inmediato un nuevo responsable de la desertización de muchas de estas aguas, que ya venían decayendo desde dos décadas anteriores, y se encontraron de manos a boca con los cormoranes, que ocuparían el lugar del chivo expiatorio necesario para justificar en apariencia esta escasez de pesca. Teorías no científicas Analicemos de forma no científica si la alimentación de los cormoranes es tan selectiva como para preferir una trucha a diez bogas u otros peces, y pensemos que si dentro de la misma comarca existen varios enclaves donde la abundancia de pesca es notoria, como en Riaño bogas, en Vegamián y Barrios de Luna cachos o en Bárcena carpas y bogas por cientos de miles, sin contar los barbos en las zonas bajas de todos los ríos ¿cómo es posible que estos pájaros sean tan sibaritas que prefieran una tapita de trucha a un abundante menú variado de otros peces, incluso menos esquivos, habitantes de agua mansa sin torrenteras ni corrientes fuertes, mas fáciles de pescar? Porque, no nos engañemos, las truchas que quedaban en los ríos cuando ellos llegaron eran ya pocas y esquivas, difíciles por tanto de alcanzar sin mucho esfuerzo. Pero, aun suponiendo que sólo prefieran comer truchas, parece lógico que se asienten en los lugares donde exista mayor concentración de estos salmónidos, y nada tan apropiado como los sitios de repoblación periódica con ejemplares procedentes de piscifactorías, con los instintos de supervivencia y procreación atrofiados. Truchas confiadas por el cotidiano contacto con el hombre, a quien verán como un benefactor que les proporciona alimentos y no como un depredador, y lo mismo que se muestran dispuestas a comer todos los cebos que les presente el pescador, tampoco serán conscientes del peligro que supone ser observadas por algunos cormoranes. A pesar de todo, la depredación ejercida por estas aves nunca sería de un tanto por ciento elevado, pues si la comparamos con la de cualquier pescador medianamente cualificado, podemos tener la seguridad de que éste pescará mas truchas que las que necesita comer un cormorán diariamente, y pescadores sí los hay en bandadas. Tengamos también por seguro que hay mas furtivos que cormoranes. Desde otro punto de vista, siempre hay procedimientos para poder espantarles queriendo hacerlo, bien sea con explosiones controladas, como se hace con los tordos en algunas regiones o con guardas disparándoles cartuchos de fogueo hasta conseguir ahuyentarles o con redes dispuestas en los lugares de mayor querencia, etcétera. Pero ahora ya no será necesario, pues al ser considerados como especie no protegida, sin peligro de extinción, sólo será necesario autorizar a los cazadores a dispararles en las orillas de los ríos o pantanos, y podemos tener la seguridad de que se espantarán para siempre o pasarán a mejor vida durante el transcurso de una temporada de caza. Si los cazadores no actúan, siempre tendrán el recurso de que lo hagan los guardas, como han estado haciendo sin compasión alguna con el lucio. Les queda ya poco tiempo para convencernos de que han sido los cormoranes los causantes de la escasez de truchas. ¿Y si no fuera cierto, a quién culparemos después?

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