| Crónica | A dieciséis años vista |
Una extraña y nada deseable sensación
El Madrid vuelve a jugar un partido europeo a puerta cerrada, en el que los futbolistas podrán oir sólo los gritos de los directivos y a los locutores de radio desde las gradas
El Real Madrid se jugará en Roma su pase a los octavos de final de la Liga de Campeones y lo hará en un estadio Olímpico vacío, sin público por castigo de la Uefa, en la segunda ocasión de la historia del club español que vivirá un ambiente similar y que produce una sensación extraña y poco deseable. Jugar sin público en un estadio, y más aún si este tiene capacidad para más de 80.000 espectadores, y de noche, es desde luego algo contra natura. Una atmósfera irreal, nada gratificante y que castiga y, por supuesto, en nada beneficia al fútbol. Da unas sensaciones extrañas que el Real Madrid pudo comprobar en sus propias carnes por vez primera el 16 de septiembre de 1987, aquella ocasión por cierre del Bernabéu. Los allí presentes pudimos comprobar lo ilógico del castigo de jugar a «puerta cerrada» ya incluso camino del estadio, cuando los periodistas debimos pasar diversos controles policiales en las inmediaciones al estadio. Por seguridad estaba prohibido acercarse a quien no tuviera la pertinente acreditación de la Uefa. La entrada al estadio por puerta única y ubicación de los informadores cerca del palco de autoridades, ahondó más las tristes sensaciones. Se estaba en una instalación gigante, tan radiante de luz como en días de sus mejores galas, pero vacía. Impactaba a todos. Y, sobre todo, a los jugadores de uno y otro equipo, cuyas caras ya al saltar al calentamiento denotaban incomodidad. Lo notó y claudicó ante ello gente tan curtida en mil batallas como el propio Maradona. Directivos ultras El pitido inicial, precedido por el sonar por los altavoces del himno del Real Madrid, permitió ya vislumbrar otras curiosidades del partido: desde las gradas se podían oír perfectamente los gritos, insultos (más de uno hubo), quejas y peticiones de pases de jugadores y técnicos; como también los gritos de ánimos de los dirigentes madridistas. Impactaba ver a directivos madridistas, bufanda en ristre, ubicarse detrás de la portería donde atacaba el Real Madrid y convertirse en «ultras», dando ánimos y aplausos a sus jugadores. También quejas al árbitro, cuyo pitido retumbaba más que nunca. Se sentía todo, incluso las retransmisiones radiofónicas y los gritos del puñado de seguidores que, desafiando a todos, se situaron con megáfonos y altavoces en las inmediaciones del estadio. Ganar perdiendo Los madridistas ganaron por 2-0,. Luego, empatando en Nápoles (1-1), pasaron a los octavos. Pero del primer partido ante el Nápoles quedó a los pocos presentes un deseo, casi un juramento, de no volver a vivir una situación similar, tan triste, tan poco edificante y en nada valedera para el fútbol: ni para el castigado ni, mucho menos, para el equipo que visita sin culpa alguna y que ve como su afición no puede estar presente en lo que debe ser una «fiesta» del fútbol. Dieciséis años después Diecisiete años, dos meses y veintidós días después, el Madrid vuelve a jugar a «puerta cerrada». Se cambian las tornas y no es por culpa de su afición, aunque esta ahora también paga. El escenario es el Olímpico de Roma, un estadio estructuralmente más abierto y con una gran pista de atletismo que aleja mucho el césped de las gradas. No habrá directivos detrás de las portería ni se oirá tan diáfano a los jugadores como en el Bernabéu, aunque sí se les escuchará. Se pudo comprobar hace poco más de un mes en el partido jugado en casa por los romanistas ante el Bayer Leverkusen (1-1) en idéntica soledad que la de mañana. Filtros de acceso Ante el Bayer, y como está previsto para hoy, la policía italiana pondrá varias fronteras de filtro en las inmediaciones del estadio para evitar que acuda quien no esté acreditado. De los medios informativos repetiremos muy pocos, casi sobran dedos de una mano: Chema Abad, ahora en RNE y que entonces narró el partido en Radiocadena; José Angel de la Casa, de TVE; y quien esto escribe, con EFE antes y ahora. Y perdón si algún otro se queda en el recuerdo. Cambiará el inicio del partido, que será más impactante que aquel al venir precedido por el sonoro himno de la Liga de Campeones y el ondear en el círculo central del telón representando un balón. Y los niños que lo elevan, los recogepelotas se sentirán unos privilegiados. Cuando el esférico empiece a rodar se paliará en buena parte la soledad del estadio. Pero luego, resultado al margen, seguirá quedando a todos la sensación de que jugar a