Diario de León

| Balance del 2004 | Año Olímpico |

Los segundos mejores Juegos La organización griega alcanzó un imprevisible éxito entre la obsesión por la seguridad

España concluyó la cita de Atenas con una buena actuación, sólo superada por la de Barcelona, y con David Cal como gran triunfador con dos medallas invididuales

José Antonio Escuredo, con raíces bercianas, fue el único leonés que alcanzó el metal en Atenas

José Antonio Escuredo, con raíces bercianas, fue el único leonés que alcanzó el metal en Atenas

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Amador Gómez Natalia Arriaga - madrid madrid
León

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Los Juegos de Atenas, con 19 medallas, fueron los segundos mejores de la historia para España, sólo superados por Barcelona'92, con 22 metales. Con la obligación de sumar más que las 11 de Sidney, el objetivo en Atenas era entre 15 y 20, y se cumplieron las expectativas. Antes de comenzar los Juegos se detectaron dos positivos por EPO y durante la primera semana sólo hubo una medalla y cundió el pesimismo y la preocupación. Sin embargo, empezaron a acumularse podios, para culminar con la segunda mejor marca global de todos los tiempos, liderada por un nuevo héroe: David Cal. El piragüista gallego es el único español con dos medallas individuales en unos Juegos y también en el primero que gana oro y plata en una misma cita. España terminó vigésima en el medallero -séptima de Europa-, con tres oros, once platas y cinco bronces. El ciclista Sergi Escobar se adjudicó dos bronces en pista y Beatriz Ferrer-Salat la plata en doma por equipos y el bronce en individual. A ellas se añadieron medallas en otros seis deportes: vela (tres), gimnasia (dos), atletismo (dos), tenis, tiro olímpico y voley playa. El ciclismo logró cinco, en dos especialidades (cuatro en pista, ya que también fueron plata Joan Llaneras y José Antonio Escuredo -con raíces bercianas-, y una en mountain bike para José Antonio Hermida), aunque decepcionó en carretera. También fracasaron varios deportes, encabezados por el judo, al igual que fallaron al final, después de colocarse entre los mejores, los equipos. El que mayor ilusión despertó fue el de baloncesto, liderado por Pau Gasol, que sólo perdió un partido, pero fue el decisivo ante Estados Unidos. El hockey masculino perdió en la lucha por el bronce, además de producirse otra dolorosa derrota del balonmano, también en un duelo clave y memorable frente a Alemania, por penaltis y tras dos prórrogas. Con 322 deportistas, España consiguió medallas en nueve de las 23 modalidades en las que participó, es decir, en el 39%. Sin embargo, también hay que destacar los 52 diplomas, y en este caso, 17 deportes tuvieron españoles entre el cuarto y el octavo puesto (el 74%). Los únicos que no tuvieron finalistas fueron: bádminton, esgrima, halterofilia, lucha, tenis de mesa y tiro con arco. Sin embargo, en la capital griega, donde faltaron el fútbol, el boxeo, el béisbol y el pentatlón moderno, también se conquistaron numerosas medallas en disciplinas minoritarias como piragüismo, hípica, tiro olímpico o voley playa. La resurreción de Deferr El deporte rey de los Juegos, el atletismo, sin la lesionada Marta Domínguez, sólo aportó la plata de Paquillo Fernández (20 km. marcha) y el bronce del hispano-cubano Joan Lino (longitud), con Manolo Martínez cuarto y varias figuras que no respondieron, cuando se aspiraba al menos a cuatro podios. La natación tampoco sacó medalla, y quienes más cerca estuvieron del podio fueron las chicas de sincronizada, que se despidieron indignadas con la puntuación de los jueces, con los cuartos puestos de Gemma Mengual y Paola Tirados en dúo y también por equipos. La gimnasia, en cambio, proporcionó una de las mayores alegrías de los Juegos, gracias a una jornada histórica en artística con el oro de Gervasio Deferr en salto y el bronce de la niña Patricia Moreno en suelo. También se cubrieron de oro en la capital ateniense los regatistas Iker Martínez y Xabi Fernández, los grandes favoritos que cumplieron los pronósticos en la clase 49er y ganaron la tercera medalla para la vela, para hacer olvidar, junto a las platas de Rafael Trujillo y de Natalia Vía-Dufresne y Sandrá Azón, el fiasco de Sidney. Gracias a Vía-Dufresne, una de las pocas españolas con dos medallas olímpicas, Ferrer-Salat, Patricia Moreno, María Quintanal (plata en tiro olímpico y primer podio en Atenas) y la pareja Conchita Martínez-Virginia Ruano en tenis (plata en dobles), las mujeres obtuvieron el 6% de medallas conseguidas, frente al 10% en categoría masculina. El ascenso de las mujeres Con la participación femenina más elevada de la historia (alcanzó el 43%), las mujeres superaron sin embargo a los hombres en número de finalistas (el 33% frente al 31%), confirmando su imparable ascenso en múltiples disciplinas. Ello fue posible gracias a la sincronizada, y a los diplomas logrados en casi todas las especialidades con representación femenina: atletismo, baloncesto, balonmano, ciclismo (pista y ruta), gimnasia (artística y rítmica), judo, natación, piragüismo, remo, taekwondo, triatlón y vela. Los únicos deportes en los que las mujeres se quedaron sin premio fueron la halterofilia, el hockey y el tiro con arco. Sin embargo, hubo numerosos nombres que decepcionaron, como el de Isabel Fernández, que después de haberlo ganado todo (puede presumir de la triple corona, olímpica, mundial y europea) y ser candidata a medalla segura, no pudo frenar la maldición del judo en Atenas. La abanderada española en la ceremonia de inauguración acarició el podio, al perder en la repesca por el bronce. La «familia olímpica», sobrada de razones para temer que los Juegos de Atenas fueran un desastre organizativo y, además, un objetivo prioritario de los grupos terroristas, respiró aliviada el 29 de agosto de 2004 cuando la cita se clausuró sin incidentes y sin mayor contratiempo que la escasa asistencia de público a algunas competiciones. Desde el COI, con su presidente Jacques Rogge a la cabeza, hasta el último de los 45.000 voluntarios, pasando por la omnipresente líder del comité organizador, Gianna Angelopoulos, a todos les costó esconder su satisfacción tanto como antes les había costado disimular sus temores respecto a un sonoro fracaso de la empresa. Sin diferencias significativas con Juegos anteriores, los estadios se terminaron a tiempo, el transporte funcionó con puntualidad, el dispositivo de seguridad fue eficaz a la par que discreto y los deportistas disfrutaron de las mejores condiciones para rebajar sus marcas y ganar sus partidos. Todo ello, sin embargo, a un elevado coste para el Estado griego, que se gastó en los Juegos 9.000 millones de euros, el doble de lo previsto.

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