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Penaltis malditos y amargos para España en la Atenas olímpica

La agónica derrota ante Alemania es uno de los episodios más crueles de la selección

El francés Loel Abati intenta anotar en Atenas con la oposición de Iker Romero y Manolo Colón

Publicado por
Antonio Tomás - madrid
León

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El balonmano español recordará el año 2004 por sufrir uno de los episodios más crueles y amargos de los últimos años, en el desenlace del partido olímpico de cuartos de final en Atenas, en el que tras dos prórrogas Alemania derrotó a la selección nacional en la tanda de penaltis. El camino hacia las semifinales se cortó por el acierto desde los siete metros de Daniel Stephan, después de un partido memorable y espectacular que España, no obstante, tuvo en la mano prácticamente hasta el final. España, que necesitaba un último empuje tras el decepcionante décimo puesto cosechado en el Europeo de Eslovenia del mes de enero -la peor clasificación de su historia- recibió un «mazazo» de grandes proporciones el 24 de agosto en Atenas. Ese partido de un martes veraniego de 2004, que fue capaz de reunir frente a los televisores a un elevado número de españoles, tardará en olvidarse, y el balonmano español quizá no lo olvide jamás. Fue una derrota épica, incluso literaria por la forma en que se produjo. Una de esas derrotas en la que todas las simpatías se quedan para los perdedores. Aún así, quedaron para la Historia dos pinceladas de distinto color: el majestuoso recital del guardameta David Barrufet, al final infructuoso, y la amarga despedida con la camiseta nacional del central nacido en Kirguizistán Talant Dujshebaev, cuya nacionalización en 1995 contribuyó de manera decisiva al salto cualitativo español en las competiciones de selecciones nacionales. Pero meses antes de ese triste adiós de Dujshebaev en Atenas, otro jugador insustituible, el catalán Enric Masip, había comunicado su retirada, entre lágrimas, el 5 de abril. Masip actuó en más de doscientas ocasiones con la selección española y ganó 53 títulos, el último de ellos la Copa del Rey con el conjunto barcelonista. Ese título fue también el septuagésimo y último para Valero Rivera, el técnico más laureado del deporte español, quien permaneció 20 años al frente de la entidad barcelonista y que decidió poner el punto y final a una etapa plagada de éxitos. La marcha de Valero Rivera tuvo resonancia mundial, dando lugar a una renovación importante en la sección de balonmano del FC Barcelona para hacer frente al club Ciudad Real, cuyo equipo se convirtió en el nuevo campeón de la Liga Asobal y uno de los más poderosos del mundo. El club manchego, que ha ido tejiendo una de las plantillas más competitivas del continente, levantó finalmente el buscado título liguero que podría servir como una primera piedra de un sólido reinado, pues el Ciudad Real realizó nuevas incorporaciones de balonmanistas europeos de primer nivel con el fin de alcanzar el próximo título de la máxima competición de clubes. La palabra renovación no sólo afectó al Barcelona, al Portland San Antonio o la selección española. También el balonmano femenino, tanto en el ámbito de la selección como en el de clubes, vivió en 2004 episodios interesantes. El Alsa Elda Prestigio repitió título de Liga, para zanjar la discusión sobre el dominio en categoría femenina, y la selección logró un inédito quinto puesto en la Olimpiada de Atenas y una meritoria octava plaza en el Europeo en plena fase de renovación. Finalmente, el año 2004, plagado de retiradas sonadas y renovaciones, acabó con polémica en los despachos de la Federación Española, pues la tozudez de su presidente en convocar las elecciones para el veinte de diciembre y una postrera impugnación en el estamento de árbitros para la formación de la Asamblea dejaron en el aire un proceso electoral que puede resultar clave para el futuro de este popular deporte en España.

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