Diario de León

España supera al anfitrión para jugar su primera final mundialista

El combinado de Pastor aguantó el ambiente infernal para garantizarse su primera medalla

Juanín García intenta batir al portero tunecino Magaiz en la semifinal disputada ayer en Rades

Juanín García intenta batir al portero tunecino Magaiz en la semifinal disputada ayer en Rades

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Leontxo García - rades
León

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España tiene por fin su primera medalla en un Mundial, tras rozarla en las cuatro últimas ediciones. Pero tuvo que arrancarla en un ambiente infernal de las manos del anfitrión, apoyado por 12.000 entusiastas enardecidos, con el marcador igualado a falta de 15 minutos. La selección de Pastor luchará por el oro (17.30, La 2) contra Croacia. La serenidad impuesta por el técnico fue tan importante como los paradones de Barrufet, el acierto de los artilleros Iker y Garralda, y el buen tono general en defensa y ataque. La entereza era imprescindible para resistir en la caldera a presión del pabellón, cuyos 12.000 ocupantes fueron calentados con música rock y árabe a un volumen ensordecedor desde 45 minutos antes del partido. Pero la fórmula de Pastor para este duelo vital se completaba con otros dos elementos: humildad ante un equipo bastante mejor que el de los Juegos de Sidney, donde ya hizo sufrir a España (24-22), y ambición para lograr de una vez esa medalla que parecía ligada a un maleficio. Esas tres virtudes se apreciaron durante casi todo el partido en los hombres de Pastor, quien además acertó al adaptar el polémico sistema táctico que lleva su nombre, y que en defensa se resume en «amagar el choque y replegarse», a las peculiaridades del partido, y sobre todo a un portento físico, Hmam, a quien los amagos le importan un pimiento porque le basta un palmo para lanzar un trallazo. De modo que Pastor le puso encima a Hernández, y si bien Hmam logró ocho goles, también falló otros tantos tiros. El problema surgió entonces desde el zurdo Busnina, que convirtió en gol siete de sus ocho primeros lanzamientos, a pesar de que Barrufet ya había dejado claro desde el minuto dos que era uno de sus grandes días. Una vez más, «el sistema Pastor» estaba ante una dura prueba: chocar con el otro cañonero o dejarle lanzar, a cambio de sujetar bien al peligroso pivote Tej y de reducir el número de exclusiones. Pastor optó por lo segundo, facilitando así la casi impecable labor de dos árbitros que dieron un ejemplo de honradez cuando el ambiente invitaba a lo contrario, sobre todo teniendo en cuenta que sus colegas habían ayudado a Túnez en otros partidos del Mundial. Incluso cuando los 12.000 aficionados llegaron a su punto de ebullición, en esos dramáticos quince minutos finales, Hansson y Olsson estuvieron firmes. Por un momento, pareció que el pase de España a la final iba a ser relativamente fácil: tras el arreón del final de la primera mitad (18-16 para España), los hombres de Pastor reanudaron la batalla con una defensa bastante más consistente, pero fallaron cuatro lanzamientos consecutivos. Túnez se creció, empató y amenazó con plantarse invicta en la final de su Mundial. Pero justo entonces, entre paradones de Barrufet, surgió de nuevo el hombre idóneo para situaciones así: Iker Romero, irregular donde los haya pero poseedor de la rara virtud de rendir mejor cuanto mayor sea la presión y la responsabilidad. Él, con la principal ayuda del capitán Garralda, otro paradigma del ardor guerrero, y las no despreciables de todos los demás, protagonizó jugadas letales que terminaban en certeros cañonazos de ambos o en precisos pases al pivote Uríos, otra vez magistral en la ejecución. Y así, con esa trilogía de humildad, serenidad y ambición formulada por Pastor, los 12.000 de marras vieron como sus voluntariosos jugadores se iban apagando porque España no se arrugó cuando sí lo hicieron otros grandes equipos de este Mundial, como Dinamarca y Rusia, arrolladas por Túnez, o Francia, que sólo pudo empatar. España tuvo esa pizca de suerte que le faltó en las cuatro ediciones anteriores, simbolizada en la parada del croata Sola el jueves tras un lanzamiento del serbio Sudzum que pretendía eliminar a España del podio. Pero la selección ha hecho bien lo que solía hacer mal: rendir al máximo en los momentos decisivos. Y eso le sirve, de momento, para sumar su primera metal en un Mundial y luchar por el oro.

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