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La copa que el Duque de Palma no podrá tener nunca entre su gran palmarés

Publicado por
L. Garcíarades
León

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Besó a su esposa, levantó los brazos con energía y dejó que las lágrimas cayesen por sus mejillas mientras un oportuno realizador de televisión recogía la escena en primer plano. No era un espectador cualquiera, sino Iñaki Urdangarín, hoy Duque de Palma, y antes uno de los deportistas más laureados de la historia: cinco medallas (tres en Europeos y dos en Juegos Olímpicos), más de 50 títulos con el Barcelona y ningún enemigo conocido. Nunca fue un crack, pero siempre fue casi imprescindible, tanto en el Barça como en la selección. Juan de Dios Román lo intuyó en 1985, cuando, como director técnico de la Federación Española, envió al seleccionador, el yugoslavo Prokájak, a Vitoria «porque allí había un chico que prometía mucho». Tanto, que poco después tenía varias ofertas. Eligió la del equipo azulgrana por la imagen de seriedad que ofrecía y por la facilidad de estudiar Empresariales y jugar a la vez. Así empezó una carrera deportiva brillantísima, que sin embargo fue muy poco conocida hasta que se supo que su novia era la Infanta Doña Cristina. Pero, a pesar de que se despidió de la selección subido en el podio de Sidney con una medalla de bronce, fue ayer cuando el ahora Duque de Palma volvió a vivir uno de los días más felices de su existencia: lloraba de alegría porque algunos de sus antiguos compañeros de mil batallas, y muy especialmente su amigo Barrufet, acababan de lograr el oro que él siempre anheló pero nunca logró. Era lo único que le faltaba.