El Madrid gana a un inoperante Málaga pero no mejora su juego (1-0)
El conjunto blanco sigue dejando mucho que desear, a dos partidos de verse con el Barça Más pitos que aplausos enlagrada
La maquinaría blanca funcionó sólo lo necesario para deshacerse de un inocente Málaga y para evitar que la diferencia del Barcelona se viera ampliada. Los blancos jugaron de la misma manera que en Turín o en Getafe. No se movía nadie en el Real Madrid. El juego era completamente estático, como si los jugadores se hubieran clavado en una parcela del juego. Adolecía completamente de un balón al hueco, de alguna cabalgada por la banda de los laterales. Sólo empezó a carburar la maquinaria gracias a las facilidades dadas por los andaluces. Los errores se repetían y el cambio de sistema tampoco hizo efecto. Luxemburgo apostó por el doble pivote para contener a las huestes malacitanas por la baja del calvo danés, pero Guti no pudo con todo. El canterano intentaba llevar el balón conducirlo, pero a la vez fijar la posición para defender. El malacitano andaluz se convirtió en la sombra del madridista, con lo que la creación del juego recaía en Beckham. Y el inglés no dio una derechas. Sólo pasaba a las bandas, dirigiendo unos perfecto pases de 40 metros a Zidane y Figo. Pero eran tan largos, que los defensores tenían todo un mundo para cortarlos. Ante esta situación, los blancos iban por el medio, con un juego más individualista que colectivo. Pero logró sus frutos. El Málaga, que había comenzado presionando arriba a los blancos, se fueron metiendo poco a poco en su campo. Eso permitió, a pesar de los gritos de Antonio Tapia, que el Madrid se hiciera el amo del encuentro. Con estas facilidades, los hombres de Luxemburgo comenzaron el acoso y derribo. Trenzaron jugadas, algo que no se veía desde hace mucho tiempo en el Bernabéu. Las oportunidades caían del lado blanco, aunque ninguna con la contundencia necesaria para dar tranquilidad al coliseo madridista. La más clara, un pase en profundidad de Raúl a Ronaldo que Arnau sacó al ariete. El brasileño continúa sin marcar. El juego blanco se parecía a los gráficos de barras que llegan a un cenit. Ese punto máximo fue el gol de Roberto Carlos. El lateral izquierdo, cuando se habla de él como uno de los galácticos que podían dejar la nave blanca, recuperó parte de su mejor fútbol, ese caracterizado por exponerse como un extremo o como interior. Y en una de estas cabalgada, logró el tanto. Roberto Carlos conseguía tranquilizar los ánimos. Veinte minutos de intensidad para lograr tres puntos. El Madrid se relajó, volvió a ese juego cansino, lento de juego al pie e intentó las facilidades dadas por los visitantes. Dejó pasar los minutos con un ojo mirando el marcador y con la mente en el Barça. Zidane provocó su quinta amarilla. No jugará la próxima jornada en Albacete y sí contra los culés.