Diario de León

El fervor serbio no intimida a la selección en un partido decisivo

Aragonés presume de tener el «culo pelao» y Casillas cree que hay hábito de campos hostiles Los serbios buscan su regreso a la élite de la mano de Petkovic

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Ignacio Tylko - belgradoefe | madrid
León

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Luis Aragonés presume de tener el «culo pelao», de estar curtido en mil batallas y de manejarse como nadie en ambientes hostiles donde la heroica, además del buen trato del balón, juega un papel importante. Su carácter parece haber calado hondo en sus pupilos, que a dos días del fundamental choque de Belgrado ni por asomo parecen preocupados por la grada caliente que les aguarda. Ni siquiera incomodados. Todos coinciden en el discurso optimista y proclaman que una cosa son los espectadores y otra bien diferente el terreno de juego del Pequeño Maracaná, donde corresponde hablar a los protagonistas. Recién aterrizados este lunes en Serbia, después de tres horas de plácido vuelo desde Madrid, los españoles se encontraron un cielo plomizo y un ambiente de lo más tranquilo, tanto en el aeropuerto como en los aledaños de su lujoso y moderno hotel en el que se alojan. Los típicos autógrafos solicitados por los chavales y las simpáticas fotos de rigor. Nada diferente a cualquier partido. Sin embargo, ya saben lo que les espera el miércoles, a partir de las 21,00 horas. Previsiblemente, no será un ambiente ni parecido al de la cruenta batalla de 1977, cuando el histórico gol en semifallo de Rubén Cano dejó fuera de combate a los plavi y Juanito sufrió un deleznable botellazo en su cabeza tras un feo gesto, pero los balcánicos juegan con la baza de la intimidación. Transcurridos 28 años ya nada es igual. La gran Yugoslavia del Mariscal Tito se desmoronó, el mapa de Europa está irreconocible, pero el espíritu avasallador de los serbios se mantiene. También sus conocidas triquiñuelas, por más que toda generalización acarree injusticia. «Será un ambiente más caliente que nunca. Los españoles no saben lo que se van a encontrar. Será durísimo, con mucha presión. Seguro que no la soportan», ha manifestado su principal figura del momento, el delantero del Chelsea Mateja Kezman. No es más que la típica guerra psicológica, tan vieja como el fútbol, pero no es menos cierto que, tras muchos años de ostracismo, los serbios y montenegrinos vuelven a vibrar con su selección y el miércoles afrontan una final. Crucial «No tengo ni idea de lo que ocurrió en ese choque de noviembre de 1977. Sé algo de oídas pero poco más», explica Iker Casillas cuando se le pregunta por ese célebre duelo. ¿Habrá otro infierno? «Todos los que jugamos en equipos grandes estamos acostumbrados a jugar en ambientes hostiles y complicados. Supongo que aquí será parecido», argumenta como si tal cosa el guardameta, deseoso de desdramatizar y centrado en que España dé la talla y gane a un rival directo en un partido que, en aparente contradicción, considera «crucial, pero no definitivo». A su juicio, la fortaleza de Serbia y Montenegro se demuestra por su liderato, por ser el equipo más goleador y el único que no ha encajado tanto alguno. De la Peña, el hombre de moda en este momento, asume que la afición estará volcada, pero entiende que los gritos «motivan más» y el partido lo juegan once contra once. Una frase manida a la que también se agarra el bético Juanito, seguro de las «fuerzas de los españoles para no dejarse avasallar». «Los serbios tratarán de sacarnos del partido, pero tenemos experiencia para no caer en la trampa. Lo que ocurra alrededor del campo queda al margen. En el césped, nadie se come a nadie», proclama.

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