Diario de León

Ademar, catapultado a la final

Cuatro años después, los leoneses se ganan en Bosnia el pase para pelear por la Recopa

Publicado por
Georgino Fernández - ljubuski | enviado especial
León

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¡Bienvenidos de nuevo días gloriosos!. Tras una travesía del desierto de cuatro años -su última final la disputó el 2001- el Ademar ya está de nuevo en la final de la Recopa de Europa que se disputará a finales de este mes. El billete lo sacó ayer en el sur de Bosnia en la cancha del Izvidac Ljubuski y el sello con el que se lo visaron ponía: «Con todo merecimiento». Peldaño a peldaño: Merano, Sarajevo, Karvina, Hamburgo, los leoneses han ido subiendo la escalera que conduce a la Recopa. Ahora, resta coronar la cumbre ante el ganador de la eliminatoria que disputan en la tarde de hoy el Skopje de Macedonia y el RK Zagreb de Croacia. Todas las apuestas y la intuición de jugadores y técnicos apuntan a que se verán las caras con los croatas. El sabor de las noches especiales -y la de ayer lo fue- tiene un postgusto agradable, que persiste en el paladar como un buen vino. Fue una noche grande, donde nadie se acordó -ni hizo falta- de los siete goles de ventaja conseguidos en León en el partido de ida. Ya en el autobús, en el viaje desde el hotel hasta la cancha se notaba que iba a pasar algo importante. La tensión se palpaba. El vehículo rodaba por la carretera en medio de un inusual silencio, que contrastó sobremanera con el regreso. Era el silencio propio de quien sabe que va a entrar en combate. Había dos equipos y un sólo billete a la final. La pelea estaba asegurada. Y la hubo, pero cuando el Ademar carbura y mete la directa lo hace con la fuerza de una locomotora atravesando una llanura. Y ese tren terminó arrollando a los bosnios. En esta ocasión no hubo inicios vacilantes ni fallos tontos que den ventajas al contrario. Hubo mucha seriedad en defensa, con la 6-0 habitual levantando un muro ante la portería de Jorge Martínez y de Ole Erevik y mucho acierto en ataque. En el primer apartado -el defensivo- destacaron especialmente la pareja que formaron en el centro Viran Morros y Carlos Prendes, bien secundados por unos motivados Castresana y Colón y en el segundo el mejor fue el lateral Kristian Kjelling. El noruego volvió a tener otra de sus noches mágicas, de esas en que su brazo restalla y el balón acaba en la red de forma invariable. Por arriba, en suspensión con lanzamientos de cadera o penaltis a rosca destrozó a los bosnios y aburrió a su buen portero Alilovic. Hay una imagen que refleja como una fotografía la impotencia de este guardameta. En el décimo gol que le coló Kristian, se quedó sentado en el parqué mientras sus compañeros atacaban mirando a su banquillo y a su entrenador. En su mirada podía leerse como en un neón luminoso: «Josip Glavas, cámbiame por favor». Glavas lo hizo poco después para evitarle más humillaciones. El noruego, con sus tantos hizo que no se echara de menos la aportación habitual de Juanín, que ayer no tuvo una noche muy inspirada. De hecho no marcó su primer tanto hasta el minuto diez de la segunda parte. Durante buena parte del encuentro, Kjelling mantuvo un duelo de pistoleros con uno de los mejores del Ljubuski: el lateral zurdo croata Buntic, que firmó nueve goles, seis de ellos en la primera parte. De hecho, Buntic fue el que mantuvo a flote a su equipo en la primera parte, retrasando hasta la segunda la fuga del Ademar en el marcador. Y es que la intensidad con que el Ademar se metió en el partido desde el primer minuto hizo que estuviesen bien todas las líneas. A ello contribuyó, además de la mentalidad ganadora de los jugadores y la ausencia de lagunas, el frenético sistema de rotaciones que impuso Manolo Cadenas. Cambios continuos, para dar entrada a toda la plantilla. De esa manera el ritmo no bajó nunca. El técnico serbio, con un banquillo mucho menor, tuvo que ir por otros caminos. Cambió su defensa 6-0 por una 4-2, pero no sirvió de nada. El Ademar era el dueño. Ahora a por la final y a ganarla. Cuatro años de espera son suficientes.

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