La visión de los ríos
Hay quien sostiene que nuestros ríos se encuentran en estado óptimo de conservación y ven hermosos frezaderos y poca contaminación donde los demás vemos lo contrario
Parece lógico y natural que un río, observado por varias personas en el mismo lugar, tendría que ser objetivamente catalogado por ellas como una corriente de agua cristalina o una cloaca, de acuerdo con el tratamiento depurativo que se le haya aplicado durante todo su recorrido, pero nunca podrá ser que unos lo vean limpio y otros sucio. Alguna circunstancia tiene que ejercer influencia sobre la mente de estas personas para que su visión pierda tanta objetividad como para afirmar lo contrario de lo obvio. La generalización siempre suele ser injusta pero... si estamos convencidos de que el 80% de los ríos que llamamos trucheros en nuestra provincia se hallan bastante o muy contaminados, y otro 10% no se les nota aunque también lo están, ¿habremos de fijarnos sólamente en ese ínfimo porcentaje de tramos impolutos en el que aún no han llegado al primer establo, aldea o pueblo, o tendremos que hacerlo desde estos lugares hasta su desembocadura? Si cada año que transcurre se convierte en un tanto por ciento mayor de contaminación que el anterior, con un resultado inversamente proporcional respecto a la vida interna de esas aguas y no podemos dar marcha atrás en los años, tendremos que convencernos de que ya no se dan en ellos las condiciones idóneas para la subsistencia de todas las especies que las poblaron y que, por tanto, se van vaciando inexorablemente sin que ninguno de nosotros, pobres y mortales pescadores, podamos hacer nada para impedirlo a título individual. Sin embargo, todavía parece que hay personas u organismos para los que nuestros ríos se encuentran en un estado óptimo de conservación, asegurando ver hermosos frezaderos y poca contaminación donde los demás vemos todo lo contrario, y cuando los hechos lo demuestran, siempre están atentos a buscar a los culpables como cabezas de turco, que estarán representados por enormes fauces de feroces lucios o, en su caso, por ganchudos picos de cormoranes o por insaciables nutrias (yo conocí a un pescador furtivo que le apodaban El Nutria, nunca he visto más nutrias) prácticamente desaparecidas. El mejor (peor) ejemplo lo tenemos en nuestra muy transitada cuenca del río Esla: ¿Hay alguien que pueda comparar en igualdad lo que han sido tramos de río como los de Maraña, Acevedo, Liegos, Lario, Burón, Vegacerneja, La Puerta, o venir por el otro desde Llánaves, Portilla, Espejos, Barniedo, Villafrea, Boca de Huérgano y Pedrosa del Rey, hasta converger ambos, Esla y Yuso, parándonos para observar desde el puente de Bachende hacia el norte, toda la inmensidad de aquel fantástico valle, rodeado de las montañas mas hermosas recortándose sobre el cielo, que recogía las aguas, siempre limpias, de todas las vertientes que venían a lamer limpiando y alegrando el idílico paisaje del entorno del sacrificado y viejo Riaño, donde los montañeses de esa zona estuvieron siempre bien representados, y donde todos los visitantes, pescadores o turistas, hacían parada para tomar algún refrigerio y despedir desde allí las vacaciones o el viaje que tanta impresión había dejado en sus mentes, y que añorarían después desde sus lejanos hogares? Repito: ¿Hay alguien que se atreva a compararlo con el momento actual, cuando muchos de los tramos y lugares descritos se hallan bajo el agua de un pantano que no ha sabido corresponder como lo hicieron en su día los de Luna, Vegamián, Selgas y otros del río Sil? ¿Por qué las muchísimas truchas que quedaron por encima de la presa de La Remolina se han convertido en bogas, por el arte de birle-birloque, o acaso subieron a desovar a las entradas de los ríos y se les ha perdido el rastro? ¿Qué lucios había en esta zona, incluso hasta más abajo de Gradefes? El Esla, de ayer a hoy Pero no podemos quedarnos sólo en Riaño, sin descender ya por el gran Esla y encontrarnos en Las Salas, Valdoré, Verdiago, Aleje, Crémenes, Argovejo, Villayandre, Cistierna, Modino, Pesquera, Santibáñez Villapadierna, Palacios, Quintanilla, Cubillas, San Cipriano Carbajal, Quintanilla, Sahechores, Gradefes (una trucha el campeón y cero el segundo), Villahibiera, La Aldea, Quintana, Villamondrín, Villalquite, Villomar, Mansilla, Villacelama, Villanueva de las Manzanas, Villarroañe y Palanquinos..., donde este singular río demostraba todo su poderío de gran padre y madre de toda la cuenca, ostentando sus innumerables pozos, largas y profundas tablas, impresionantes caídas y raseras, rebosando en primavera de liquidez y ostentando tanta vida interna como era capaz de mantener, sin presunciones. ¿Hay acaso en este tramo tantos cormoranes como pueblos acabo de relacionar, que serían muchos? ¿Cuántas nutrias? Entonces, ¿a qué se debe que esté prácticamente desertizado en muchos de estos tramos? Y ahora llegamos a la desembocadura del río Bernesga por encima del puente de Palanquinos, río donde se han vertido todas las inmundicias que una ciudad como León produce desde tiempo inmemorial hasta que en los últimos años se puso en funcionamiento la gran depuradora, capaz de eliminar la contaminación de 185.000 habitantes. Pero he aquí que el agua sigue llegando sucia a esta confluencia, si bien parece ser que es a causa de tanto remover las graveras sus fondos. No obstante esta disculpa, puedo asegurarles que he estado tratando de pescar algún lucio en Benamariel a primeros de marzo, y mi sorpresa fue grande cuando comprobé que el agua que caía por el muro de la presa hacia el gran pozo venía saturada de detritus orgánicos, como antiguamente, y despedía un olor parecido al agua que entra en la depuradora (no la que sale o debería salir), circunstancia que no se daba el pasado año por las mismas fechas, que bajaba aparentemente más limpia (o menos sucia). Hasta hace unos dos años, y a pesar de la intensa contaminación, este tramo desde Palanquinos hasta Benamariel estaba habitado por buenos ejemplares de truchas grandes (imposibles de comer, por su sabor a papel, petróleo y mierda), que también han desaparecido ahora que el agua de la depuradora es menos contaminante. En estos lugares de tan nauseabundo olor, ¿quién se las ha comido y no ha reventado? ¿Serán los lucios electrocutados? Y si queremos nos acordaremos de que este río estaba siempre lleno de barbos y bogas, cuando aun no llegaba el agua de Riaño, y en la actualidad no tiene bogas, salvo algunas de tamaño grande y con llagas rojas en la piel. ¿Es posible que todo esto haya quien lo vea con optimismo y esperanza regeneradora? Habrá que preguntar a la Confederación Hidrográfica del Duero, si sabe algo del asunto y nos saca de dudas, pues ellos pueden ver limpio y controlado lo que nosotros vemos sucio y desertizado.