Diario de León

Los lucios vuelven a invadir los cursos bajos del Esla y el Órbigo

El voraz «tiburón de río» sigue siendo un grave problema y, de forma cíclica, sus poblaciones se disparan; su eliminación se considera imposible y sólo cabe hablar de reforzar el control

Este lucio pesaba siete kilos y medía 86cm. En su estómago había una trucha de 43 cm y 800 gramos

Este lucio pesaba siete kilos y medía 86cm. En su estómago había una trucha de 43 cm y 800 gramos

Publicado por
Pedro Vizcay - león
León

Creado:

Actualizado:

Recientemente una publicación especializada en pesca deportiva dedicaba un artículo completo a explicar cómo deben ser soltados los lucios para hacerles el menor daño posible. Está muy claro que estos consejos, tal vez útiles en algunas comunidades autónomas del Sur, en León resultan casi insultantes para los aficionados a la pesca de la trucha que han visto como, en los últimos años, este depredador ha invadido el habitat natural de las grandes truchas que poblaban los cursos bajos y medios de nuestros ríos. Estas «pintonas» eran la reserva natural para unos tramos fluviales, medios y altos, que en ocasiones quedaban esquilmados durante el estío y que, con la remontada de los grandes reproductores, volvían a poblarse de alevines cada primavera. Eran las truchas del Órbigo que subían hacia el Omaña y que, en los años de fuertes crecidas, llegaban al Valle Gordo. O aquellas otras del Porma que ascendían hacia el Curueño y se pescaban todavía, tras el desove, a principio e temporada. La riqueza que proporcionaban a los tamos altos se veía compensada cuando los alevines derivaban hacia aguas bajas. Ese era el proceso natural de unos ríos donde todavía no había llegado el lucio ni la contaminación. Con la sorprendente aparición de los lucios en los cursos bajos del Esla y del Órbigo muchos pescadores se temieron lo peor. La duda estaba en si iban a ser capaces de remontar en las aguas bravas y hasta dónde. En pocos años la densidad de lucios en el bajo Esla, entre Valencia de Don Juan y Palanquinos, y en el Órbigo entre Santa Marina y el Puente Paulón fue tan brutal que acabó primero con la bermejuela, luego con las bogas y mas tarde con las truchas. Pero no terminó ahí la colonización. Las tablas tranquilas y pobladas de vegetación subacuática del curso medio del Esla eran un buen habitat para el tiburón de río. Villómar, Quintana y hasta el mismo Gradefes se vieron colonizados. La tensión subió de tono cuando aparecieron en el Coto de Garaño, por encima del embalse de Selgas de Ordás. ¿Cómo habían superado el muro de la presa?. Los más emblemáticos cotos trucheros de León como Santa Marina, Sardonedo, Marne o El Condado ya albergaban al peligroso inquilino que proliferaba de forma paralela a la desaparición de ciprínidos y salmónidos. Pesca eléctrica Ante la alarmante proliferación por aquello de «a grandes males grandes remedios» la Administración recurrió a la pesca eléctrica. Los cientos de kilos que salieron de tramos como Rioseco de Tapia permitieron comprobar la auténtica dimensión del problema. A esas alturas conseguir pescando a caña diez o doce ejemplares, alguno de los cuales superaba los seis o siete kilos, en una sola jornada era bastante sencillo para los escasos aficionados que se habían especializado en su pesca. La s tiendas comenzaron a ofrecer los peces de vinilo, los rapalas o las cucharillas especiales con cuerpo de plomo y lana roja. Los cables acerados o los bajos trenzados eran imprescindibles para que, los afilados dientes del depredador no rompiesen el sedal. La presión sobre el pez junto con la autodepredación a falta de otros peces consiguió lo que la Administración no había logrado: controlar las poblaciones de lucios. Su remontada se vio frenada también e incluso los desembalses brutales lograron hacerle retroceder en el Esla. El problema, sin embargo, sigue ahí y de forma cíclica las poblaciones se disparan. En una entrevista radiofónica a principio de temporada el responsable de la Sección de Pesca, Javier Sancho, reconocía el problema si bien afirmaba que los Cotos Intensivos de Marne y La Bañeza frenaban su expansión. Es posible que tenga algo de razón, pero la presencia de lucios, bastante por encima de estos acotados, es patente. Controlar las poblaciones de lucio parece que será, en el futuro, la única opción, pues eliminarlo de las zonas que ahora coloniza será imposible. Su enorme capacidad reproductora, unida al hecho de que las aves pueden expandir su semilla por charcas y lagunas aledañas lo hacen inviable. Pero el lucio, pese a su voracidad, se hace cada vez más listo. La prohibición del uso de peces vivos, sin duda el cebo más eficaz, reduce notablemente las posibilidades de éxito. Muchos aficionados se quejan de que no se pescan tantos lucios como antaño, sin embargo los especialistas coinciden en señalar que estamos ante una buena temporada.

tracking