Diario de León

Y en cada parada una gran fiesta El cava corrió como en una boda

Los aeropuertos de Zagreb y Salamanca no olvidarán el paso de la expedición leonesa

Castresana, aunque estaba «malito», también se unió al jolgorio

Castresana, aunque estaba «malito», también se unió al jolgorio

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G. Fernández - león
León

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El sabor de la victoria siempre es dulce. No hay nada original en esta frase pero la esencia de su contenido fue algo perfectamente real el pasado domingo al término del partido en el que el Ademar conquistó la final de la Recopa de Europa ante el RK Zagreb. Las celebraciones no sólo se circunscribieron al pabellón, al mítico Dom Sportova, donde el vestuario leonés era una especie de leonera -nunca mejor dicho- con jugadores y técnicos, en pelotas, en calzoncillos o con la ropa empapada, mojaron con cerveza croata -las populares pivos de medio litro- el triunfo europeo. En la llegada al hotel de concentración para recoger las maletas e iniciar el viaje de vuelta, siguió la farra. Petar Metlicic entró corriendo y gritando por la puerta principal y saltó encima de los jugadores que ya habían llegado en una celebración típicamente futbolera. «Es que me he tomado dos cervezas en el vestuario», dijo sonriente a modo de disculpa. El delegado del equipo, Ramiro Pol, tuvo que ejercer de «arreador» para meter a todo el mundo en el autobús y emprender el camino del aeropuerto de Zagreb. Raperos ocasionales El bus, escoltado por un furgón, parecía por los cánticos que transportaba a un grupo de hooligans. La plantilla, con un Viran Morros eufórico, rapeó un montón de canciones improvisadas. Una de las más coreadas fue la que interpretó Héctor Castresana en inglés, con acento del barrio húmedo, y dirigida al presidente. «Show me the money» era el título y el estribillo: «¡Primas, primas, primas»!. En agradecimiento sus compañeros le cantaron a coro: «¡Hector, alcalde de León!». La cerveza iba haciendo sus efectos y Kjelling, ni corto ni perezoso, probó si era posible mear desde la ventana abierta en el techo del autobús. Desistió. Más que nada porque detrás viajaba el Land Rover de la policía croata. Llegada al aeropuerto de Zagreb y encuentro con el centenar de aficionados que acompañaron al equipo. Era lo que faltaba. Como diría un habanero castizo: «Se soltaron los caballos». El champán empezó a correr y a volar como en las celebraciones de Fórmula 1. Fotos de familia y abrazos para guardar en el album de los recuerdos históricos. Entrada al avión. Las azafatas viendo lo que les esperaba empezaron a pensar con pesar porqué no cogieron el turno que viajaba a Viena con una excursión de pacíficos jubilados japoneses. Los licores varios siguen corriendo y Félix, el de la Virgen del Camino, que trajo de casa en una caja de galletas Reglero llena cecina, jamón y chorizo organiza un cátering típicamente leonés. «Todo casero», aseguraba. Tres horas de viaje y ya estamos en Matacán, en el aeropuerto de Salamanca. Los «hunos» de León entran arrasando con todo. Morros, Parrondo y Colón lucen en sus espaldas banderas leonesas. En la cinta transportadora de las maletas, los jugadores se sientan y organizan una especie de barca de remos liderada por la Recopa ante la mirada atónita del personal y las dudas de la Guardia Civil. Al final aparecieron los agentes de seguridad y la cinta con las maletas volvió a funcionar. En el autobús de regreso a León se produjo el único susto cuando a Isidoro Martínez se sintió indispuesto, llegando a perder la consciencia momentáneamente. La rápida actuación del médico del equipo, Benigno Castro, lo solucionó para alivio de todo el mundo y se reinició el viaje a León.

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