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Los «abuelos» de Fernando Alonso

Hasta la aparición del asturiano, ningún piloto nacional había superado el palmarés de Paco Godia y Alfonso de Portago, los primeros que participaron en el mundial de automovilismo

Publicado por
A. M. Castiñeira - redacción
León

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Corría el año 1951 cuando el Mundial de fórmula 1 llegó a España. El primer Gran Premio nacional que puntuaba para la nueva competición, que había nacido el año anterior, era el último de la temporada. Fangio y Ascari, los líderes, estaban empatados a 22 puntos y otros tres pilotos tenían opciones de vencer en la clasificación final. Pero buena parte de la atención del público estaba puesta en los dos españoles que debutarían en el circuito barcelonés de Pedralbes. Uno de ellos, Juan Jover, fracasó en la calificación. El que sí consiguió clasificarse fue Francisco Godia (Barcelona, 1921-1990), en decimoséptima posición, al volante de un Maserati privado. Después de una accidentada carrera, con salida de pista incluida, Godia consiguió finalizar en décimo lugar, a diez vueltas del nuevo campeón, Juan Manuel Fangio. Pasarían tres años hasta que «Chico» Godia volviese a disputar otro gran premio. El 24 de octubre de 1954 llevó a su Maserati hasta el sexto puesto en Barcelona. Se quedó al borde de los puntos, que en aquella época se repartían entre los cinco primeros y el piloto que consiguiese la vuelta rápida. La siguiente temporada disputó varias carreras, aunque no puntuables para el Mundial, como el Gran Premio de Lisboa, en el que acabó tercero con un Ferrari prestado. Esa buena actuación hizo que Maserati asumiese un mayor grado de compromiso con el catalán, que pasó a ser piloto semi oficial. Una temporada histórica Con el apoyo de la marca italiana, el año 1956 se convirtió en el más exitoso de la vida deportiva de Godia. No participó en los tres primeros grandes premios de la temporada, pero en los cinco restantes alcanzó un palmarés que sólo han superado Alonso y De la Rosa, casi medio siglo más tarde. Consiguió los tres primeros puntos el 5 de agosto, en Nurburgring. Por delante de Godia solo cruzaron la meta los ilustres Fangio, Moss y Behra. Otro cuarto puesto en la última carrera del Mundial, en Monza, le llevaría a sumar los seis puntos que le otorgaron la novena plaza del campeonato. Pero no fue sólo la actuación de Godia la que hace de 1956 un año memorable. Vueltas antes de que el barcelonés terminase séptimo en Francia, un impetuoso debutante rompía la caja de cambios de su Ferrari. Alfonso de Portago (Londres, 1928-Guidizzolo, 1957) no pudo terminar en Reims, pero no tardaría en demostrar sus cualidades. Dos semanas después, en Silverstone, mientras que Godia terminaba octavo, «Fon» conseguía el segundo puesto, compartido con Peter Collins (entonces estaba permitido que dos pilotos corriesen con el mismo coche), al que cedió su Ferrari en la vuelta 64, a falta de 37 para el final. En Gran Bretaña cayeron los primeros tres puntos para un español. Portago se adelantó casi un mes a Godia, aunque nunca superaría sus números. Los dos últimos grandes premios terminaron en sendas retiradas para «Fon». En Alemania sufrió un accidente y en Italia abandonó a causa de un pinchazo. La trágica Mille Miglia La temporada del 57 parecía comenzar bien. En Buenos Aires, Portago sumó un punto y una semana antes de la segunda prueba, en Mónaco, Ferrari le confió uno de sus coches más potentes para correr la Mille Miglia. A falta de 40 kilómetros para la meta, cuando iba en tercera posición, el español sufrió un trágico accidente a más de 200 km/h en el que perdieron la vida junto con él su copiloto y amigo, el periodista Edmund Nelson, y nueve espectadores. Por su parte, «Chico» Godia disputó seis grandes premios más hasta el de Francia de 1958, pero no volvió a puntuar. DOS VIDAS INTENSAS Francisco Godia y Alfonso de Portago fueron dos de los personajes más singulares que ha dado el deporte español. El primero, además de su afición a las carreras, alcanzó el éxito como empresario y dedicó gran parte de su vida al coleccionismo de arte. La fundación que lleva su nombre administra su legado. Alfonso Cabeza de Vaca, marqués de Portago, era un aristócrata adinerado además de un polifacético deportista que disfrutaba con disciplinas tan variadas como la hípica (participó en tres ediciones del Grand National), el Bobsleigh (fue cuarto en los Juegos de Invierno de Cortina), el polo y la aviación. Tenía fama de playboy, que se ganaba con alardes como detener su coche en Roma durante la carrera en la que perdió la vida para besar a su amante, la actriz Linda Christian. «Si viviera cien años, no habría tiempo para tantas cosas que quiero hacer». Esta frase atribuida a «Fon» define su filosofía de vida.

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