Un campeón de Liga de récord
La solidez del Barça le permitió alcanzar una regularidad increíble en las últimas temporadas
El título del Barça no deja lugar a dudas. Aunque en otras circunstancias los números puedan llevar a engaño, en esta ocasión son delatores. Los azulgrana conquistan el título completando una temporada de ensueño fraguada en un equilibrio que ha sido una de las claves del éxito. Rijkaard empezó a sembrar su éxito durante la segunda vuelta de su primer año como técnico azulgrana. Aprovechando la llegada de Edgar Davids y tras dar muchos e innecesarios tumbos, el tulipán dio con el sistema adecuado para firmar un espléndido tramo final de temporada. Aquel modelo táctico supuso el primer paso para consolidar un bloque que esta temporada ha roto todos los moldes. Tras observar las carencias de la temporada pasada, el secretario técnico del primer equipo, Txiki Begiristain, junto con el vicepresidente deportivo, Sandro Rosell, y el técnico holandés, se pusieron manos a la obra. Tras los fichajes de Belletti, Giuly o Deco, a Joan Laporta se le puso entre ceja y ceja ponerle la guinda final al pastel. Faltaba el fichaje de un ariete que elevara el tono letal del equipo. Con Eto'o, Rijkaard vio cumplidos todos sus deseos. El Barça debía demostrar sobre el terreno de juego todas las virtudes que se le presuponían. Los azulgrana no perdieron el tiempo y se pusieron manos a la obra en un espectacular arranque de temporada: ocho victorias y dos empates en los primeros diez partidos de Liga. Su juego mezclaba virtudes defensivas con una contundente capacidad ofensiva. Desde el primer partido de la Liga, saldado con una victoria por 0-2 en casa del Racing, los azulgrana desvelaron todas sus cartas. Una insistente presión sobre la defensa rival y una apuesta descarada por el control del balón eran las líneas maestras a seguir. Todo ello aderezado con un alto ritmo de partido para el que se necesitaba una excelente preparación física. A ritmo de líder El Barça iba lanzado. Puyol lideraba la defensa, Deco se encarga del medio campo y delante la explosividad de Giuly, la magia de Ronaldinho y la contundencia de Eto'o hacían el resto. La primera derrota en el Ruiz de Lopera (jornada 11) no hizo temblar al equipo. Y no lo hizo porque el grupo se sentía seguro de sí mismo, tal y como demostraría a lo largo del año a pesar de que la plaga de lesiones -en esa fecha ya habían caído Motta, Gabri y Edmilson- empezaba a alterar el tranquilo devenir del grupo. Construido de atrás hacia delante, con una zaga que se sabe de memoria -Valdés, Belletti, Puyol, Oleguer y Gio, aunque éste deje su lugar en determinadas ocasiones a Sylvinho-, los azulgrana nunca han perdido esta temporada dos partidos seguidos. Por eso, la derrota ante el Betis no condicionó la posterior visita del Madrid al Camp Nou el 20 de noviembre de 2004. El solvente triunfo azulgrana alertó a los aficionados de que el cambio generacional se estaba produciendo. Los galácticos tenían que dejar paso a un equipo terrenal con pinceladas mágicas. El Barça, que ya se había quedado sin Larsson, alcanzaba una brecha de siete puntos que fue aumentando con el transcurso de las jornadas hasta llegar al parón navideño. Unas vacaciones necesarias para un grupo que empezaba a funcionar con tres jugadores, el once titular más Iniesta y algunas intervenciones de Sylvinho, debido a las lesiones. Cargando pilas Perelada era la siguiente estación azulgrana. Rijkaard había diseñado para el inicio del 2005 un stage en la población gerundense para cargar las pilas de sus jugadores. La segunda derrota de la temporada, en casa del Villarreal por un contundente 3-0, hacía presagiar lo peor. A ojos de los aficionados y de la prensa, el Barça perdía fuelle. Agobiados por la escasez de efectivos, la directiva se ponía manos a la obra aumentado el número de jugadores de la primera plantilla con los fichajes de Maxi López y de Demetrio Albertini. Mientras el resto del mundo se desquiciaba con continuos debates sobre el estado del equipo, los jugadores no perdían la concentración. La derrota en El Madrigal fue replicada al instante. Cinco victorias incontestables- Real Sociedad, Racing, Sevilla, Zaragoza y Mallorca- entre las que se coló la única derrota en el Camp Nou ante el Atlético de Madrid, reiteraban la situación privilegiada de los azulgrana. Era evidente que el Barça ya no mantenía el mismo nivel del primer tramo de la temporada, pero también lo era que su solidez no se iba a resquebrajar a las primeras de cambio. Respuesta de líder El título azulgrana tenía su primera prueba de fuego en el Bernabéu. Allí, aprovechando los inusuales fallos defensivos del Barça y su falta de contundencia, el Madrid insufló un poco de aire al campeonato. La cuarta derrota de la Liga disparó las alarmas. El máximo rival acortaba distancias dispuesto a presionar al líder. ¿Presión? ¿Para quién? El Barça respondió como un campeón. Cuatro victorias en cuatro partidos. Diez goles a favor y ninguno en contra. Esa explosión final ha sido la guinda de un título bañado en récords. El Barça suma 82 puntos, más que nadie a estas alturas, tiene el mayor registro goleador de la Liga (70) y es el que menos tantos ha encajado (26). A todo ello, ha firmado el mayor número de victorias como visitante en sus 106 años de historia. Si culminan su gran año con triunfo ante la Real en Anoeta, se quedarían a uno del récord de 13 que logró a domicilio el Atlético de Antic en el doblete de la campaña 95-96. Entonces, la Liga era de 22. Ahora, de 20 equipos. 2 Cambio de planes. A diferencia de otros años, el Barcelona ha querido realizar una fiesta multitudinaria. Y para ella, la tradicional plaza de Sant Jaume se quedaba pequeña (en ella sólo caben entre tres y cuatro mil personas). Por eso, el vicepresidente económico del club, Ferrán Soriano, decidió abrir las puertas del Camp Nou. 1 Alud de aficionados. El Barcelona había previsto un plan que finalmente tuvo que modificar. El equipo había invitado de madrugada a todos los socios a que se acercaran al campo con un acompañante, pero ante el alud de aficionados no socios, levantó de inmediato la restricción y permitió el acceso a todos los seguidores que lo desearan. 3 Riijkaard trató de pasar desapercibido. El técnico holandés del Barcelona prefirió dejar el protagonismo a los jugadores que ha entrenado a lo largo de la temporada, y apenas se le vio en el autobús de camino al estadio, en el que permaneció en la parte de abajo. Sin embargo, dentro del campo no pudo evitar que los futbolistas le matearan.