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Publicado por
MARTÍN
León

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CONFIESO, de entrada, encontrarme en una de las encrucijadas más difíciles de mi ya larga vida como comentarista. Se debaten sentimientos contradictorios, se agolpan los considerandos y las consideraciones. Vertiente sentimental, vertiente deportiva, práctica. Duro debate entre el corazón y la cabeza. Es duro comprobar como la realidad a veces es, o se muestra, contradictoria. Cuando me enteré de la noticia: Juanín se va, luché entre la perplejidad de lo inesperado, elevado al grado de lo impensable, y el aceptamiento de la realidad. La vida, con muchos millares de hojas del calendario consumidas ha tenido, en muchos de sus capítulos, situaciones paralelas. Primero se hace la noche y luego se hace la claridad. Se hace o se busca, esa es la cuestión. Luego es preciso analizar las circunstancias que rodean al caso. En este caso hacer la dicotomía entre el hombre y el deportista. Como deportista va a ser muy difícil que Juanín consiga logros mayores. Ser nominado como el mejor extremo derecho en la selección ideal olímpica y seguidamente como segundo mejor jugador del mundo, son techos difícilmente superables. Como persona lógicamente aún tiene un ancho campo de superación posiblemente concordante con sus aspiraciones totalmente respetables. Juanín se ha labrado a pulso un nombre sonoro en el Deporte y lo ha hecho, no se olvide, arando en el campo verde y ocre a la vez de Ademar. Ahora se encuentra, como yo, en una difícil encrucijada, en la que es muy difícil elegir el camino mejor, una tarea y un acierto que sólo le conciernen a él y a sus allegados. Yo que, a veces en la sombra y a veces en la claridad del día estuve de su lado, hoy estoy y seguiré estando, en la sombra y en la claridad, en esa posición. Sentiré su marcha, si se marcha, y me alegraré de sus éxitos -ojalá sigan siendo muchos- en el Deporte y en el intrincado camino de la vida. Más hay algo evidente: Juanín se va, pero Ademar sigue y seguirá. Los hombres pasan, las entidades quedan. Habrá un vacío que será más o menos difícil de llenar. De aquí se fueron ya los Lozano, Alberto Entrerríos, Beláustegui, Hombrados, Juancho Pérez, Iker Romero y un etc. considerable. Se fueron y llegaron otros que, en buena parte, les suplieron con tanta solidez y eficacia que la desazón de las ausencias quedó prácticamente en el olvido. Ahí quedan apuntando alto, Oscar Perales, Viran Morros, Curuvija... Otros vendrán, se marcharán aquellos y Ademar permanecerá como un lago sin orillas. Para Juanín y para Ademar siempre desearé lo mejor.

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