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Luque rescata a España y salva un triunfo que supone medio billete

En diez minutos probó que hay que tirar desde fuera del área y que tiene más gol que Torres

El capitán Raúl supera con el balón al lituano Zvirgzdauskas que gesticula para evitar la falta

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Ignacio Tylko - valencia
León

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En apenas diez minutos sobre el césped, Luque ofreció tres grandes conclusiones y un gol decisivo que quebró la férrea resistencia de los lituanos y rescató a España del peligro. El deportivista demostró que tirar desde fuera del área es un excelente recurso, que es más delantero centro que extremo y que, hoy por hoy, tiene mucho más gol que un Fernando Torres vistoso pero negado. Que Luque la pega que la rompe con la zurda, como nadie en la selección, es conocido por todos y se ve en cada entrenamiento. La trama planteada por Luis Aragonés para derribar el muro lituano en un choque de guión clásico fue correcta, conforme a los cánones que han regido el fútbol toda la vida. Frente a un rival atrincherado atrás, que encima no presiona en el centro del campo, es de cajón que corresponde imponer un fuerte ritmo, tocar con rapidez, cambiar la orientación del juego constantemente y romper por banda. Todo eso se hizo bastante bien desde el arranque. La lástima es que faltó el remate, la suerte final, la pegada que se le debe suponer a un ariete de la selección española y que el Niño aún no tiene. Fernando Torres no se parece en nada a Julio Salinas salvo en una cosa: es el típico jugador que no deja a nadie indeferente. Genial para unos y estrella sólo mediática para otros, levanta pasiones entra la hinchada pero también lamentos. Es un fenómeno en el inicio, capaz de irse por velocidad con una facilitad inusitada, de regatear incluso a su sombra, pero falla, y ya no es casualidad, cuando le toca definir. Entonces, se le nublan las ideas, cae preso de los nervios y elige casi siempre la peor opción. Vamos, que no responde al estereotipo de un '9' matador. Al muñeco Comenzó muy bien el madrileño, ya que forzó dos faltas y una tarjeta en dos acciones en las que ya se iba solo. Luego, a los 11 minutos, recibió un pase genial de Vicente pero, con toda la portería por delante, lanzó flojo, al centro y al muñeco. Se le vino el mundo encima. Tardó en reaparecer pero, cuando lo hizo, firmó dos jugadas extraordinarias que al final malogró. En la primera disparó bien pero no tuvo excesiva suerte, ya que su remate golpeó en las piernas de Raúl. Una pena porque Xavi leía el duelo como los ángeles, Vicente estaba punzante, Joaquín se internaba con tino y Raúl incordiaba lo suyo entre los lituanos. También la zaga estaba atenta y segura. Apenas tuvo que emplearse frente a los ultraconservadores y limitadísimos bálticos, pero supo anticiparse. Sólo una vez, ya cerca del descanso, el veloz Cesnauskis ganó por velocidad a Marchena y menos mal que la figura de Iker Casillas le intimidó en su salida. Puestos a criticar y aunque no estuvo mal -firmó el mejor cambio de juego de la noche-, ante un adversario de este perfil sobraba Albelda. Pero es la moda del doble pivote de la que no se apean todavía la mayor parte de los técnicos, aunque como en este caso el desequilibrante De la Peña esté en el banquillo. Salvo los hinchas valencianistas más acérrimos, en Mestalla se echaba de menos al calvo o a Xabi Alonso, todo un campeón de Europa. Susto peligroso La intensidad decreció sorprendentemente al salir de nuevo del vestuario y por momentos respiraron los lituanos, que silenciaron Mestalla cuando Poskus marcó de cabeza. Menos mal que el asistente vio el justito off side. Antes, Raúl tuvo una muy clara con la cabeza que desbarató el impronunciable guardameta. Después, Joaquín lanzó a las nubes un balón tan fácil de golpear que hay que exigir meterlo al menos entre los tres palos. Tocaba mover ficha. Fuera Torres, dentro el providencial Luque; hasta luego a Del Horno, y bienvenida a Luis García. Xavi se estrellaba contra el travesaño en un golpe franco. Era el momento de cambiar el dibujo, de arriesgar, de jugar con tres defensas. Aunque fuese con más desorden, con más corazón que cabeza, había que derribar de una vez a los lituanos. Era la hora del Luquetazo . Y llegó para que España lograse lo más importante, la victoria.