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Robinho y el «efecto Kaká»

Publicado por
LUIS VILLAREJO
León

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NO QUIERE el Real Madrid que se le escape la nueva promesa del fútbol brasileño. Ya perdió el tren de Kaká en 2003. Y se arrepiente. Robinho ahora es el futuro de un país que domina el planeta del fútbol espectáculo. Argentina lidera el fútbol competitivo, lo acaba de demostrar en el Mundial sub'20, pero Brasil pone el acento en el arte, en el caño, en la filigrana, en vender entradas en la taquilla. Es indemostrable saber qué estilo de fútbol te garantiza títulos. Aunque sí es evidente que el brasileño rueda muy bien los anuncios. Son capaces de vender en la tele cualquier tipo de producto comestible. Chicles, patatas fritas, yogures, flanes. Da igual. La cámara les quiere, aunque a veces uno no sabe por qué se ríen tanto. Cada trienio sale un talento en la fábrica de Brasil. El penúltimo fue Kaká. Salió del Sao Paulo, el Madrid lo vio, era uno de los sueños de Jorge Valdano, pero el Milán estuvo rápido, no quiso esperar a que creciera, y se lo llevó a Milanello con urgencia a que aumentara en el gimnasio el tren superior. Fue una apuesta rápida del Milán, un acto reflejo, que conllevaba un riesgo asumible. Kaká se ha hecho futbolista en Europa. Como casi todos los brasileños. Llegan tácticamente a Europa asilvestrados y es en los grandes clubes de España, Inglaterra e Italia donde aprenden a ser futbolistas de verdad. Lo reconocía recientemente el seleccionador sub '20 de Brasil, René Weber. El ponía el ejemplo de Adriano, un futbolista con biotipo de tanque, que en el Inter se ha puesto fibroso, ha echado músculo y ha ganado en precisión. El Adriano que se encontró el Inter no tiene nada que ver con el Adriano del Flamengo, aquel chaval que soñaba con seguir en Italia el sendero de su ídolo, Zico, un referente en Udine. El Real Madrid quiere a Robinho a toda costa. El salto al Bernabéu puede que le dé algo de vértigo, pero él tiene buenas condiciones: es rápido, aprieta en la salida del balón y con el viento a favor puede ilusionar al personal. Blindado atrás con Pablo García, el Madrid no quiere esperar a que Robinho valga 50 millones de euros para ficharlo. Esos tiempos han pasado a la historia. El Santos no cede, sabe que el Madrid pagó cantidades similares por Zidane o Figo, pero el fútbol no está para regalos. El futbolista extranjero generalmente juega donde quiere. Si fuera en España, esta historia no estaría tan clara. Las luchas cainitas podrían impedir un traspaso de un club a otro. Pero, desde Brasil, tarde o temprano se supone que Robinho tendrá un precio justo.

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