Diario de León

Piscicultura científica

Hay muchos que se considerarán justificados por haber pagado el importe de una licencia que, como mucho, les servirá sólo para estar controlados burocráticamente

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Ordoño Llamas Gil - león
León

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Los primeros días de junio asistí a documentadas conferencias sobre la fauna española de agua dulce y la diferencia de la cría de trucha común autóctona y otras truchas, ambas incluidas en el programa organizado con motivo de la Semana Internacional de la Trucha que se estaba celebrando en León. En primer lugar tengo que hacer constar que los asistentes a la primera no pasábamos de veinte y a la segunda no llegábamos a cuarenta, algunos de los cuales eran simples curiosos interesados en pasar un rato agradablemente cómodo. Tan escasísima asistencia nos demuestra el interés que la inmensa mayoría de los 45.000 pescadores licenciados tienen por todos los asuntos que puedan influir en el porvenir de las especies piscícolas, que son el primer y único eslabón importante, sin el cual no existiría el ejercicio de la pesca, por muy deportiva que esta fuera. No nos interesa en absoluto conocer ni los orígenes, ni las especies o subespecies, ni si son endémicas o importadas, ni los motivos de su involución o degeneración o cambio de costumbres, ni si están en peligro de extinción, ni siquiera si nosotros también somos culpables como depredadores legales o furtivos, o como simples espectadores pasivos de la declinación de todos los ecosistemas fluviales, por lo que nunca hemos hecho nada que los favorezca. Habrá muchos que se considerarán justificados por haber pagado el importe de una licencia que, como mucho, les servirá para estar controlados burocráticamente, o de unos permisos que debieran de darles el derecho de extraer un determinado número de truchas mortales (tres permisos) o de otros que les den el derecho de divertirse pescando truchas inmortales en los mejores lugares (muchas veces). Estas aportaciones son siempre egoístas yendo en busca del propio beneficio, bien sea de divertimento productivo o simplemente emocional, pero egoísmo al fin, que no entra en disquisiciones ni preocupaciones sobre el origen de los problemas, su tratamiento científico o su estudio morfológico, etcétera. Pues bien, la clasificación efectuada por el doctor Doadrio Villajero sobre todas las especies de agua dulce endémicas de la península ibérica me ha parecido encomiable, sobre todo si tenemos en cuenta que ha tenido la valentía de abordar el tema de los ciprínidos, con sus problemas de regresión, localización y costumbres, en medio de una celebración (dicen que internacional) de un concurso sobre la pesca de la trucha, en un lugar como León, presunto adalid de menesteres trucheros, donde la sola mención sobre los ciprínidos, como las bogas, barbos, tencas, cachos, gobios o bermejuelas, deja impasibles a 44.850 pescadores licenciados, el 90% de los cuales consideran su pesca como una actividad de categoría inferior, cuando no despreciable. Esta misma actitud se sostiene en relación con el lucio, que algunos lo pescan por su tamaño y luego lo tiran entre la maleza. Cierta ingenuidad Después de exponer todos los inconvenientes con que se tropiezan estas especies para poder mantenerse, que son muchos, ha terminado por confesarnos que no está en su mano el poner los medios para que su hábitat se respete, sino el dar a conocer la situación actual de todas las especies, catalogándolas según el peligro de extinción a que estén expuestas, para que instancias superiores actúen en consecuencia. ¡Yo también he sido ingenuo, hasta que me he curado! Le felicito, no obstante, por dedicar su tiempo a cuestiones muy loables, pero que no le reportarán más que decepción al ver cómo disminuye la relación de especies a la que tanto tiempo le ha dedicado, sin que ningún político influyente haga nada por remediarlo, salvo en momentos coyunturales de proximidad de elecciones, donde prometerán tratar de recuperar el ambiente (lo llaman medio ambiente), olvidándose después. Respecto al tema desarrollado por el doctor Torrent Bravo, puedo considerar que nos ha aclarado muchos puntos sobre los tratamientos genéticos y de cría de truchas en nuestras piscifactorías, desde la freza hasta la suelta de ejemplares en los ríos, pasando por la eclosión, temperaturas adecuadas, alevinaje, mantenimiento con piensos compuestos adecuados, tratamiento para conservación de su línea autóctona y capacidad de procreación en un medio natural (véase en Diario de León del 26-12-2004, un escrito utópico sobre piscicultura genética real), para lo que no han servido casi todas las repoblaciones anteriores, que se hicieron con huevas procedentes de Alemania y otros países y que daban un resultado aceptable en cuanto a desarrollo rápido, pero con influencias nocivas sobre las especies autóctonas. Parece que ahora, ¡ya!, estamos en el buen camino para conseguir unos resultados satisfactorios, si nos rendimos ante el dios euro y obramos científicamente, sin prisas, dedicando a esta cuestión tanto tiempo y dinero como sea necesario. Lo del dinero nunca dejó de mencionarse, recalcándonos con insistencia que cada trucha tratada científicamente con esmero costaría un riñón. Preguntado sobre el gran problema de la contaminación, de donde se derivan casi todos los demás, tuvo que reconocer que su trabajo era dar a conocer los pasos que se debían seguir hasta conseguir la trucha perfecta, la mas idónea para hacer repoblaciones sin riesgos de esterilidad ni rechazos en el medio natural, pero que no tenía ninguna potestad o influencia sobre los organismos que controlan la salubridad de las aguas, que es donde se necesita llevar a cabo actuaciones muy enérgicas contra los envenenadores de todo tipo, manteniendo los caudales ecológicos de todos los ríos controlados como una prioridad ineludible, evitando que las graveras ejerzan su patente de corso sobre los cauces sin preocuparse de su regeneración. En la mente de todos estaba la Confederación Hidrográfica del Duero y todas sus equivalentes en otras cuencas, con quien no existe una coordinación recíproca desde Medio Ambiente para promover actuaciones ecológicamente equilibradas, que evitarían la necesidad de producir truchas científicas. Y como colofón, felicitar al señor Sancho, que no teniendo medios para dedicar mas atención a estos asuntos, ya que parece ser que sólo son tres personas en su departamento, tiene la paciencia suficiente para soportar todas las críticas que tendrían que ir dirigidas a sus superiores, responsables de no destinar más personal capacitado al efecto.

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