Diario de León

España mantiene su mala marcha y naufraga en los 50 kilómetros

Las descalificaciones de García Bragado y Odriozola eliminan una de las últimas opciones de medalla

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Fernando Miñana - helsinki
León

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España se fue de vacío de los 50 km marcha. Pobre cosecha. Había dos buenas bazas, García Bragado y Odriozola, pero los dos se quedaron sin cruzar la meta. Otra opción a la basura. Y cada vez quedan menos. La marcha en conjunto, al menos, salda su paso por Helsinki con nota alta. Los rusos dominaron la prueba con el triunfo Sergey Kirdyapkin (3:38.08). Los dos atletas tropezaron con su talón de Aquiles. Jesús Ángel García Bragado, tipo extraño, introvertido, enamorado de su deporte, no termina de pillarle el punto. La técnica, a sus 35 años, continúa siendo su asignatura pendiente. Y cargó contra los jueces. Al parecer, en los pasados Mundiales utilizaron un vídeo suyo, de cintura para abajo, en el que se le exponía como modelo para ejemplificar un defecto sancionable. El caso es que el madrileño fue descalificado tras recibir tres amonestaciones. Bragado asume con resignación los dos últimos, pero el primero no. «Reto al juez a que me lo demuestre. A ver quién es el marchador que no pierde el contacto». Él cree que es imposible. Por ello se marchó a Bilbao este año a pulir su coordinación. «Vieron que cuando voy a 4.18 (el kilómetro) estoy suspendido en el aire durante 20 milésimas. Eso es inapreciable». Después llegó el segundo, que acató. Y al final, sobre el kilómetro 44, en la lucha por las medallas, con el italiano Schwazwer (bronce) y el noruego Nymark a tiro, forzó y acabó con la tercera tarjeta. Bragado no tira la toalla No estaba, en definitiva para celebraciones en sus séptimos campeonatos del mundo. Eso sí, advirtió que le queda cuerda. Estará en los próximos, en Osaka'07. Y en los Juegos de Pekín 2008. El problema de Mikel Odriozola es que es un manojo de nervios. Se entrena a muerte, compite muy bien en España, llega pletórico a la gran cita... y entonces le entra el pánico en la gran cita. Su ansiedad no es un cosquilleo en el estómago; es un tsunami. A los 15 kilómetros ya estaba vomitando. Lleva tres años intentando solucionar este problema. Pero no hay manera. «La ansiedad no me deja ir en buenas condiciones. Habrá que seguir trabajando con este problema, es lo que hay». Así, con la mente puesta en otro sitio, fue hundiéndose y acumulando avisos. Pasado el kilómetro 35 cayó la tercera amonestación. Y con ella, la liberación. «Desde el principio iba mal. En el kilómetro 8 me enseñaron un aviso, he vomitado en el 15-16. En definitiva, la misma historia del año pasado, un poquito de la misma ansiedad», explicó. «El hecho es que la misma tensión no me deja ir en buenas condiciones y al final pasa lo que ha pasado. La tensión me hace vomitar y un poquito todo. Pensaba que el problema estaba solucionado más o menos, pero sigue igual y hay que seguir trabajando en esto», apuntó.

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