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| Reportaje | La guerra de la EPO |

Un viejo secreto a voces Francia dice que «los tramposos ya no estarán a resguardo»

En noviembre de 2000 Armstrong fue investigado por una denuncia anónima y el corredor estadounidense amenazó en varias ocasiones con no correr si se cuestionaba su integridad

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Ernesto Pérez - madrid efe | parís

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El Laboratorio Nacional de Detección de Dopaje Chatenay-Malabry, con sede en París, descubrió en el año 2000 el método que permitía detectar, a través de un análisis de sangre y otro de orina, la presencia de EPO (eritropoietina). En ese laboratorio parisino se analizaron, recientemente, unas muestras de orina de Armstrong, recogidas durante el Tour de Francia 1999, y que dieron positivo por EPO, según reveló en su edición de ayer el diario francés L'Equipe . Fue ese rotativo quien, en enero de 2001, publicó también que una jueza francesa, Sophie-Helene Chateau, había ordenado analizar las muestras de orina de los corredores del US Postal, que tenía a Armstrong como jefe de filas, tomadas durante la anterior edición del Tour. Las muestras estaban congeladas y conservadas en el laboratorio Chatenay-Malabry, a la espera de el Comité Olímpico Internacional (COI) homologase el llamado «método francés». En noviembre de 2000, la Fiscalía de París abrió una investigación por presunta «infracción de la ley relativa a la prevención del uso de productos dopantes», tras recibir una carta anónima que informaba del uso de sustancias prohibidas en el US Postal. El anónimo llegó a la Fiscalía después de que la prensa se hiciese eco de unas declaraciones de un equipo de televisión de la cadena «France 3», que dijo haber observado en varias ocasiones, durante el Tour 2000, a dos individuos bajar de un coche del US Postal y tirar a la basura bolsas de plástico con compresas y envoltorios de medicinas extranjeras. A partir de ese momento, Armstrong amenazó con no disputar más ediciones del Tour -prueba que ganó en siete ocasiones consecutivas (1999 a 2005)- si se continuaba poniendo en entredicho la limpieza de su victoria. La batalla por atajar el consumo de EPO comenzó el 28 de agosto de 2000, día en que la Ejecutiva del COI aprobó la realización de controles para la detección de la EPO durante los Juegos de Sydney, que comenzaron pocos días después. El COI decidió que las pruebas combinasen un análisis de sangre, cuyos parámetros fueron elaborados por un laboratorio australiano, y un análisis de orina ideado por el laboratorio francés. Controles desde marzo de 2001 Siete meses más tarde, a finales de marzo de 2001, la UCI puso en marcha esos controles. En agosto de ese año, unos análisis revelaron la presencia de EPO, por primera vez, en la orina de un ciclista: el danés Bo Hamburger. La EPO es una hormona que produce el riñón de forma natural para mantener la concentración de glóbulos rojos en la sangre, pero que puede ser sintetizada en el laboratorio y ser aprovechada para conseguir un mayor aporte de oxígeno a los músculos. La forma sintética de EPO se viene utilizando desde hace veinte años en el mundo del deporte para aumentar la concentración de glóbulos rojos, lo que permite obtener una mayor oxigenación de los músculos con el mismo volumen de sangre. El deportista consigue, mediante la EPO, retrasar la aparición de la fatiga, por lo que sus efectos son más apreciables en especialidades de esfuerzo sostenido, como el ciclismo, el esquí y el atletismo de fondo. La EPO puede tener graves efectos secundarios para el deportista, ya que su hematocrito, o concentración de glóbulos rojos en la sangre, que en condiciones normales está en torno al 43 por ciento, puede elevarse hasta el 70 por ciento cuando la deshidratación derivada del ejercicio físico intenso eleva la densidad de la sangre. El corazón, en tal caso, se ve obligado a hacer un esfuerzo desacostumbrado para bombear una sangre tan espesa que puede desembocar en un fallo en el sistema cardiovascular -trombosis, accidentes cerebrovasculares, obstrucción de arterias- como los que ya han ocasionado varias muertes en el mundo del deporte. El ministro francés de Deportes, Jean-Francois Lamour, declaró ayer que las revelaciones sobre el supuesto dopaje de EPO de Lance Armstrong en el Tour de 1999 muestra que con los nuevos análisis para detectar sustancias prohibidas, «los tramposos» ya no estarán a resguardo en ningún momento. «Allí donde se encuentren los tramposos, y sea cual sea el momento, antes, mientras o después de una competición, no estarán al abrigo de este tipo de conclusiones que son a la vez muy tristes pero que son también un formidable avance para la lucha contra el dopaje», afirmó Lamour en declaraciones a la emisora de radio 'France Info'. Lamour subrayó que «los deportistas en todo el mundo, y sea cual sea la época, estarán sometidos a esta presión permanente», y en ese sentido evocó con lo que había ocurrido con el esteroide TGH, de las que se hicieron análisis de detección tiempo después de la competición.

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