Mancebo nunca engaña

LA PERSEVERANCIA, la constancia y el trabajo son virtudes que definen la vida deportiva de Paco Mancebo, al que la etapa ganada en la Vuelta a España parece encumbrar de forma definitiva. Le faltaba un triunfo de ese calibre para completar un palmarés que siempre se ha distinguido por su regularidad. Mancebo no es, ni será nunca, un ciclista espectacular, de los que ponen a los aficionados de pie. Lo suyo ha sido siempre sufrir, retorcerse en la bicicleta, ir ladeado en ella, no desfallecer, aparecer en la meta de forma inesperada porque las cámaras de televisión, en el Tour, no le enfocaban. No iba entre los primeros y no era francés. Llegaba el sexto, el octavo. Siempre cerca de los mejores. Hasta este año, en el que ha conseguido estar en unas cuantas ocasiones con ellos. Armstrong y Basso se movían en otra dimensión. Mancebo se ha acercado a Ullrich, algo que hubiera sido impensable hace unos años. No sabemos si ese será su límite en el Tour. El tiempo nos los dirá. Lo que no hace falta que explique nadie es su profesionalidad, su entrega. Son muchos los ejemplos de corredores que después del Tour desaparecen. Mancebo, no. Él sigue, con las famosas pilas que nunca se acaban. Y cumple con su equipo después de firmar el contrato de su vida con el Ag2r. Se merecía ese triunfo. Se la jugó con Roberto Heras. Menchov, también muy legal, no se metió la pelea, que está reducida a dos corredores, el ruso y Heras. Mancebo, Sastre y Carlos García Quesada sólo se podrán meter en ella si falla cualquiera de los dos. Nos queda Cerler. Si Sastre tuvo el lunes su día malo, deberá de atacar. Si Heras se contuvo también debe de moverse, como Mancebo. Pero lo más importante es lo que haga Menchov. Si no pierde tiempo, la carrera se inclinará de su lado.