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Tencas supervivientes

Hasta hace poco han convivido en las mangas de los ríos los lucios, los blasses y las tencas, sin que esta convivencia hiciese pagar un tributo excesivo a las dos últimas

Publicado por
Ordoño Llamas Gil - león
León

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En todos los ríos de la cuenca del Duero en sus zonas bajas, aprovechando sobre todo las mangas de agua mansa que se internan por su orillas y en todas las lagunas o charcas dispersas por la meseta superior (salvo las excepciones de rigor), encontramos el hábitat adecuado para el normal desarrollo y mantenimiento de la tenca, el pez más resistente y fuerte de cuantos habitan en los cursos fluviales. Su pervivencia en situaciones límite es conocida por todos los que de alguna manera han tenido la suerte de observarla, siendo comunmente alabada su asombrosa adaptación a aguas estancadas con un porcentaje ínfimo de oxígeno, situación que se da con frecuencia en las citadas charcas o pequeñas lagunas durante el estío, que en ocasiones llegan a secarse. En estos lugares suelen mantenerse vivas entre el lodazal de los fondos, sin apenas agua que mantenga por mucho tiempo la humedad hasta el advenimiento de las nuevas lluvias, que devolverán a la laguna el nivel adecuado. Es tal su resistencia, que si cuando se extraen del agua se colocan en un lugar húmedo (pongamos por caso un saco mojado o una cesta con hierbas o espadañas) y a la sombra, pueden continuar vivas durante muchas horas, llegando sin morir hasta el domicilio del pescador, aunque se hubieran pescado a primera hora de la mañana. En cuanto a su fortaleza física, es el único pez que puede desasirse de la mano del pescador dando coletazos y retorciendo su cuerpo con una fuerza impresionante, lo que unido a la gelatina que cubre su piel consigue sin dificultad. La pesca de la tenca sólo se practica (o practicaba) por un reducido número de pescadores locales, generalmente mayores, que con singular paciencia esperan durante horas la picada de las mismas, introduciendo su aparejo con flotador en los lugares donde las algas u ocas dejan un pequeño hueco limpio, posando la caña y aguantando el tiempo que sea necesario, hasta conseguir su objetivo. El cebo preferido es la lombriz. No es una forma de pescar apropiada para los snobs del lance ligero o el látigo, quienes la considerarían poco deportiva, pero sí para quienes les sobra el tiempo más que las energías, y que disfrutan consiguiendo estos hermosos peces que, además, tienen una carne exquisita. Convivencia en paz Tienen las tencas también a su favor el ser el pez más respetado por los lucios, según parece deducirse de los contenidos encontrados en los estómagos de estos últimos, donde puede haber de todo menos tencas. ¿Será acaso por su fortaleza física? Lo cierto es que hasta hace poco han convivido en las mangas de los ríos los lucios, los blasses y las tencas, sin que esta convivencia hiciese pagar un tributo excesivo a las dos últimas. Pero he aquí que declaramos al lucio como tiburón de río y dedicamos mucho tiempo y dinero a conseguir un control exhaustivo del mismo (ya que no sería posible su exterminación), y entonces se produce el efecto contrario al deseado, pues en vez de mantenerse bien y aumentar la población aquellos, no teniendo enemigo depredador a la vista porque se ha extraído con los cables, los lugares tratados parecen haber acusado un efecto negativo y cada temporada que pasa se observan menos ejemplares de tencas y «blasses». ¿Será que se producen efectos colaterales no previstos en el plan de exterminación o control del lucio? ¿Dónde se encuentran las poblaciones de «blasses» que habitaban con el lucio cuando este era respetado? Entonces teníamos lucios, «blasses», tencas, bogas, etc. y ahora, que no hay casi lucios, también han disminuído estos otros. Es un inexplicable contrasentido. Las zonas más afectadas por esta despoblación son todas las de querencia uniforme para las tres especies, es decir, lagunas, mangas de río y charcas donde comúnmente cohabitan, correspondientes a los ríos Esla, Cea, Órbigo y Tera y en todas sus aguas y arroyos anejos. Ejemplos de cohabitación de estas tres especies se pueden poner muchos, pues en todas las masas de agua anteriormente indicadas pudieron pescarse durante bastantes años, cada pescador por la especie preferida, bien fuera por su tamaño como trofeo, por sus electrizantes carreras de competición o por su comodidad de pesca al parado. También por la calidad de sus carnes. Sin embargo, como ejemplo destacado podemos referirnos a las lagunas de Villaveza, en Zamora. Este era un lugar privilegiado por la población de tencas, después de blasse», luego de lucios y finalmente de cangrejos rojos, que probablemente ejercían alguna depredación entre sí, pero que parecían haber llegado a un equilibrio ecológico que desmentía en parte las afirmaciones de que el lucio era el tiburón del río. Transcurrieron bastantes años de convivencia, hasta que, bajo la influencia y presión de los que temían por la exterminación de las truchas, puesto que se las iba a comer todas el lucio, se inició por Icona la mayor exterminación posible de este depredador tan denostado, y en lugares donde nunca se había visto ni el fantasma de una trucha, como el que nos ocupa y muchos otros parecidos, también se les aplicó la pena de muerte. Aquí precisamente (2000-2001), habiéndonos desplazado a pescar mi compañero Mundo (Andarríos, q.e.p.d.) y yo, para tratar de pescar algún lucio o blass, se acercó por el camino de concentración que la bordea un Land Rover con un remolque y al vernos pararon al lado de Mundo, con quien conversaron y le ofrecieron lucios, de los que llevaban en el remolque una buena cantidad, extraídos por el procedimiento eléctrico en aquella zona, movidos quizá por la compasión de ver cómo dábamos palos de ciego al algua, intentando encontrar algún superviviente donde ellos sabían que sería difícil. La contestación fue la adecuada: «Gracias, pero yo vengo a divertirme pescándolos». No nos fue posible picar ni el más mínimo ejemplar durante varias horas, por lo que decidimos regresar a zonas más altas del Esla para rematar el día que, como acostumbra a decir mi buen amigo y pescador El Chispa, resultó «aciálago». He vuelto este año y de tres, tres ceros. Y otros cuatro pescadores, igual. Con lo descrito podemos hacernos a la idea del estado anterior a la intervención quirúrgica selectiva. La decadencia desde entonces ha ido claramente en picado, y nos encontramos en la actualidad con unas lagunas desiertas de pesca. Incluso el cangrejo rojo, que se extraía por sacos, creo que fue entre el año 2000 y el 2001, cuando nos convencimos de que ya no había remedio, que habían desaparecido extrañamente todos de un año para otro. Probablemente quede aún alguna tenca, pero será un milagro que se recuperen.

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