Algo más que un partido de futbol, en el que dos etnias se juegan ir a Alemania

Las finas costuras que atan el tejido político, cultural y económico de los Balcanes sufrirán este miércoles otra de sus pruebas. El partido entre Serbia y Montenegro y Bosnia-Herzegovina es más que un encuentro clasificatorio para el Mundial de Alemania. Ejemplifica las ganas que tienen las dos aficiones de vencer al contrario; a la misma etnia que hace sólo una década era considerado enemigo al que había que disparar, y poder disputar una cita mundialista. Un ambiente hostil que las dos federaciones han intentado rebajar en todo momento. La colaboración entre los dos organismos balcánicos ha sido modélica, incluyendo un plan de seguridad para los 500 aficionados bosnios (sobre todo musulmanes y croatas) que se acercarán a Belgrado a ver el encuentro. Los hinchas, todos identificados, viajarán en autobuses fletados desde Tuzla, Zenica y Sarajevo, y controlados hasta la frontera por la policía bosnia. Las autoridades del otro lado del río Sava los escoltarán hasta el Pequeño Macaraná de Belgrado, donde les esperarán unos 50.000 aficionados.