El Benfica logra que el Villarreal se juegue los octavos en Lisboa (1-1)
Riquelme hizo el primer gol europeo de los castellonenses, pero Fernandes frenó la alegría
El submarino amarillo todavía no ha emergido en su primera andadura por la elite del fútbol continental. Volvió a empatar, esta vez con el campeón luso, el Benfica, padeciendo un proceso de adaptación demasiado largo. Sufre como nunca cuando no tiene el balón. Los contrarios se han dado cuenta de este detalle que destroza todos los planteamientos tácticos de los castellonenses. Koeman se aplicó con esmero en este asunto. Mandó a sus pupilos a achuchar a los centrocampistas contrarios, recuperar el balón y mandarlo con celeridad a las bandas. La baja de Senna, el enlace entre la parte defensiva y ofensiva del equipo, era demasiado dura. Cazorla y Tacchinardi realizaban el trabajo a medias, ni defendían de forma adecuada ni surtían de balones a Riquelme para que fabricara fútbol. Así, con la casa sin barrer, los medios lusos empezaron a dar la pelota a Geovanni y Simao. Los dos ex barcelonistas limpiaron la línea lateral de sus respectivas bandas, reventaron a sus pares y crearon todo el peligro lisboeta. Pellegrini no sabía cómo parar a los chicos de Koeman. El holandés ya había avisado que el estilo clásico de su país, abriendo el balón y atacando, lo lleva metido hasta el tuétano. Lo aplicó y las ocasiones caían del lado lisboeta. José Mari tiró por primera vez en el minuto 27 a la portería portuguesa. Era el atisbo de la mejora castellonense. La entrada de Josico apuntaló de una vez el centro del campo para el Villarreal. El Benfica se encerró ante el buen juego de los locales y los últimos 20 minutos de encuentro optó por jugar a la contra. Ahí fallaron los de Koeman porque Riquelme volvió a sacarse de la chistera una pase en profundidad que recogió Sorín. El argentino fue derribado por Rocha que cometió penalti. Riquelme fue el encargado de transformarlo y marcar el primer tanto del Villarreal en la Liga de Campeones. La alegría duró poco entre la parroquia local porque en el minuto 77 Manuel Rodrígues enganchó un lanzamiento desde fuera que superó a Viera gracias a una perfecta parábola. Con el empate a uno todo volvía a su cauce y Pellegrini optó por meter pólvora seca en el ataque al quitar a Jose Mari y dar entrada a Lucho Figueroa. En los últimos diez minutos, el partido se rompió en mil pedazos y cualquiera de los dos podía haber marcado. Al final el empate sirve de poco para los dos equipos y quizás un poco menos al Villarreal que ahora estará obligado a ganar al Benfica en su estadio. Los visitantes siguieron con su esquema, sin parar. El conjunto castellonense trató de impulsarse en los minutos finales, después de que que Fernandes soltase una volea desde fuera del área que, con la ayuda de Viera, dejó el encuentro como empezó, en empate. El Villarreal empezará de nuevo.