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Los cormoranes vuelven con la misma capacidad depredadora y diezman las truchas en el Esla

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P. V. - león
León

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No es del todo cierto que los cormoranes hayan regresado con la llegada del otoño ya que muchos no se marcharon y han nidificado en las proximidades de ríos y pantanos. Lo que si ha llamado la atención en estas primeras jornadas de caza son los bandos bien nutridos que cruzan el cielo formando la clásica V. También llama la atención la inteligencia de estas aves a la hora de buscarse el sustento. En el río Esla, por debajo del coto de Marne y hasta la desembocadura del río Bernesga, había en este final de temporada una notable densidad de truchas. Esto lo sabían muy bien algunos aficionados, entre los que me incluyo, que disfrutaron de lo lindo durante todo el mes de agosto, con muerte, y septiembre y octubre ya sin muerte. Parece que las repoblaciones realizadas en el coto intensivo de Marne sirvieron para que una buena parte de las truchas se descolgasen hasta esa zona que cuenta con amplias tablas y raseras muy del agrado de las repobladas. Pues bien, los cuervos marinos han descubierto también a las «pintonas» que, además, son presa fácil pues no dejan de ser truchas de piscifactoría. Creo que a estas alturas la densidad de salmónidos haya mermado de forma sustancial, pues, tras varios días de pesca intensiva, ya están abandonando el lugar los pájaros pescadores. Otra de las zonas que han dejado prácticamente «mondadas» se encuentra en el coto de Valdoré. Este acotado impescable durante casi toda la temporada debido a los desembalses, conserva intactas las pocas truchas que tiene hasta el final de la campaña de riego, cuando se reducen al mínimo los mencionados desembalses. Es entonces cuando algunos aficionados a la pesca sin muerte pueden disfrutar del poderío de unas truchas condenadas a vivir con el régimen hídrico cambiado. Pero este año los cormoranes que forman la colonia permanente de Riaño llegaron antes. Aquí no hay bogas, ni cachos y mucho menos barbos, sólo hay truchas, o mejor dicho... había. Desde que el cormorán grande dejó de ser una especie protegida me consta que la Jefatura de Medio Ambiente está procediendo con bastante discreción a reducir sus poblaciones que comenzaban a ser asfixiantes para las truchas. Parece sin embargo, y a tenor de los que hemos visto estos últimos días, que la medida no es suficiente. Tal vez la solución podría pasa por incluir este ave invasora en el catálogo de especies cinegéticas para que los aficionados pudiesen darle caza. Y no es precisamente ni una presa fácil, a pesar de su tamaño, ni una especie codiciada desde el punto de vista gastronómico. Para comerse un cormorán hay que tener, al parecer, mucha hambre. Quienes se han atrevido a hincarle el diente dicen que sabe a pescado rancio y es duro como una peña. Lo cierto es que muchos cazadores son también pescadores y les cuesta aceptar la presencia de un competidor que, además, pesca mucho más y mejor que ellos y no paga licencia. Será por eso que alguno ya ha conocido la guerra el pasado domingo.