Diario de León

Eto'o y Ronaldinho golean al Madrid

El Barcelona, a años luz de los blancos, sale líder de un Bernabéu que le acaba aplaudiendo

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Ignacio Tylko - madrid
León

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Un inmenso Barcelona, pleno de fútbol y alternativas, demostró en el Bernabéu su indiscutible supremacía actual sobre un Real Madrid fantasmagórico. Jugó con osadía, bailó por momentos a los merengues y ganó con enorme comodidad. Ante un adversario roto por sus desajustes tácticos y debilitado porque se entrena poco y sus jugadores se lesionan mucho, los azulgrana jugaron a placer. Ganaron 0-3 y pudieron haber firmado una goleada escandalosa, mayor incluso que el histórico 0-5 de la temporada 73-74, con la mejor versión del Cruyff futbolista. Ronaldinho, autor de dos goles propios de mejor jugador del mundo, y Messi, con una calidad y un descaro que con 17 años sólo se le recordaba a Maradona, brillaron con luz propia en el mejor escaparate posible y forzaron la rendición del Bernabéu. La afición local se olvidó por un momento de Etoo, que abrió la senda del triunfo culé y también rubricó un gran partido, y dirigió las protestas hacia sus jugadores, Luxemburgo y el presidente. No se olvidó de que Florentino dejó a escapar a Ronaldinho y Etoo. Lejos de sufrir ataques de miedo tipo Cruyff, de destrozar el dibujo habitual del Barça por tradicionales miedos a Chamartín y al enemigo de siempre, Rijkaard ejerció de Frank y planteó el duelo con grandeza, a lo campeón. Sabe que, hoy por hoy, el juego del Barcelona es de otra galaxia en comparación con el de los eternos rivales y encima no se cortó. Puso a los mejores. Pensó que Chamartín clamaría contra Etoo y también alineó a Messi. Más madera. Un desafío en toda regla a la Liga Profesional y al mismísimo Florentino Pérez. En un esfuerzo encomiable para lo que en él es habitual, el Madrid salió dispuesto a intimidar al rival. Adelantó la defensa, presionó como nunca y trató de mover el balón con inusitada rapidez. Imaginó Luxemburgo que la puesta en escena marcaría el desarrollo del partido, pero enseguida comprobó que este Barça no se amilana, confía en sí mismo y tiene un ramillete de jugadores excepcionales, tan vistosos como efectivos. De forma paulatina, se adueñó del balón, se movió en torno al elemento esencial del fútbol y dejó a los merengues con la lengua fuera. Con Messi y Ronaldinho hiperactivos, trazando espectaculares diagonales desde la derecha y la izquierda que sacaron los colores a Salgado y Roberto Carlos, y Etoo más motivado que nunca, los azulgrana se gustaron. El Madrid se cerró hacia el medio para tratar de cortar el suministro a Xavi, el gran organizador del Barça, pero no encontraba la forma de frenar a los rivales, que entraban como manadas sin necesidad de arriesgar más de la cuenta. El Barça pudo adelantarse ya jugando con diez, mientras Deco era atendido en los vestuarios tras recibir un codazo de Pablo García que quedó impune, pero Etoo, tras forcejear con Ramos, lanzó desviado. Era el primer aviso serio del camerunés, que a la segunda ya no perdonó. Vio la internada de Messi, interceptó el balón y con la puntera sorprendió a Iker. Samuel se fue hacia al lateral, más cerca del córner que del palco, y elevó el dedo índice en señal inequívoca de número uno. Ni que decir tiene lo que escuchó del Bernabéu. Tras el gol, el Barça bajó ligeramente el ritmo, lo que siempre supone un riesgo y más con el Madrid enfrente. Debió sentenciar antes del descanso y no lo hizo porque quizá lo vio demasiado fácil y, sobre todo, porque Iker Casillas mantuvo vivo a su equipo con un par de intervenciones extraordinarias. Los capitalinos, incapaces de disparar a puerta en toda la primera parte y de generar fútbol en su zona ancha, sólo daban sensación de peligro en los balonazos bombeados, el recurso de los débiles. Y no lo hacían por méritos sino por las dudas de Víctor Valdés. El panorama no varió un ápice en la reanudación, con sólo equipo sobre el césped. El Barça jugaba a placer, como no se recordaba en el Bernabéu, y el Madrid deambulando cual vagabundo. Luxemburgo no respondió desde el banquillo y el soberano público la tomó con su gente. Con educación, ovacionó a Ronaldinho cuando firmó dos goles maravillosos, para el recuerdo. Fue egoísta, ya que tuvo a Messi y Etoo solos, pero dejó como guiñapos a Ramos y Helguera. Entonces, ya se había retirado Raúl con una rodilla dañada -le sustituyó el también renqueante Guti- e Iturralde se había comido un penalti evidente de Roberto Carlos a Etoo. Tal fue el baño, que ni el árbitro fue noticia.

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