Luxemburgo indigna al Bernabéu (1-1)
Un Madrid defensivo no pudo con un relajado Lyón y será segundo de grupo, con un entrenador que cabrea aún más a la afición al cambiar a Beckham por Salgado con 1-1 en el minuto 80 El empate
¿Tendrá ganas Luxemburgo de que le despidan? ¿Cómo se puede explicar que con 1-1, a falta de diez minutos, cambie a Beckham por Salgado? ¿Es un órdago a Florentino Pérez y a su modelo? Las respuestas sólo las tiene el brasileño. El caso es que sus decisiones soliviantaron al Bernabéu, que hasta entonces presenció en silencio una faena digna de su equipo frente a un Olympique de Lyón que sigue sin conocer la derrota este curso y se garantizó el primer puesto del grupo tras el preciso y vistoso taconazo de Carew que puso las tablas. Luxemburgo tiró por la calle de en medio al confeccionar la alineación. Después de la debacle ante el Barça, con Raúl lastimado en la rodilla y Ronaldo resentido en su tobillo, quiso blindar a su equipo defensivamente y modificó todas las líneas. Buscó y en parte consiguió un conjunto más junto, más aguerrido, más equilibrado, menos expuesto al rival. Atrás, apostó por Diogo y se cargó a Míchel Salgado, quizá porque en el clásico no vio ni de lejos a Ronaldinho o quien sabe si porque el gallego se quejó de que a este Madrid le falta un sistema. Además, ubicó a Pavón de central y trasladó a Sergio Ramos el eje del centro del campo, cerca de Pablo García. Arriba, dejó como único punta al ciclista Robinho, con Guti y Zidane alternándose como enganches. Como el 0-3 removió las entrañas del madridismo, el orgullo estaba herido y el Lyón tampoco es el Barça, más allá de que le servía perder por dos goles de diferencia para seguir líder de grupo, el Madrid ofreció otro tono, sobre todo en la primera parte. Sin hacer nada del otro mundo y con notables carencias en la elaboración y la llegada, al menos esta vez sí se asemejó a lo que debe de ser un equipo. Guti, en todas Salvo un susto inicial de Carew que resolvió bien Iker Casillas y los golpes francos de Juninho, esta vez mal ejecutados, el Madrid no vio peligrar su integridad a lo largo del primer tiempo. Luxa pensó que no encajar goles, era el primer paso para intentar la gesta, la goleada, para lavar al menos la imagen. Guti, muy activo, estuvo en todas. Buscó una y otra vez el balón, los desmarques, la conexión con Zidane y Robinho, y los remates. Avisó en un gran testarazo, tras córner lanzado por Beckham, pero Revelliere evitó el gol bajo palos. Y golpeó cerca del descanso, tras aprovecharse de un rechace, de una indecisión de la zaga local en una acción a balón parado. Instantes después, empero, al madrileño le sobró una de sus niñerías, una de esas acciones que le hacen tener legión de detractores. Se encaró con Tiago tras recibir una falta del portugués y provocó una tángana monumental. Si todo fue para ganarse una tarjeta que le impida jugar en feudo del Olympiakos pero no en octavos de final, era demasiado. Ocurrió que como el Madrid no está acostumbrado a correr, a esforzarse, en la segunda mitad se vino abajo físicamente. Y eso que quiso pertrecharse descaradamente atrás para salir al contragolpe en busca de un Robinho sin continuidad en su juego y con poco éxito en su gama de bicicletas. En una de esas contras, Zidane se quedó solo pero anduvo tan lento que permitió al zaguero rectificar y robarle la cartera, evidenciando su estado actual. Sin necesidad de forzar la máquina, el Lyón ya manejó el partido a su antojo, sin sobresaltos, y acabó empatando. Un gol de tacón de Carew, que coló suavemente el balón entre las piernas de Roberto Carlos y lejos de Iker, hizo justicia. Con 1-1, Luxemburgo asumió todo el protagonismo. Ni que decir tiene la respuesta del Bernabéu contra el banquillo.