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El cormorán sigue malogrando las repoblaciones trucheras en León

Los pescadores consideran insuficientes las medidas tomadas por Medio Ambiente

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Pedro Vizcay - leónp. v. | león
León

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Con la llegada del frío se ha producido una notable entrada de cormoranes en los ríos de León. La presencia del cuervo marino se hace patente en los ríos que cuentan con pantanos en sus cabeceras. El Sil por encima y por debajo de Bárcena mantiene las mayores poblaciones y si bien aquí una parte de su dieta la constituyen los ciprínidos, especialmente carpas y cachos, las incursiones hacia las zonas trucheras son frecuentes. En el Esla se aprecian también nutridos bandos, tanto en la zona baja de Cabreros del Río como en la zona media de Gradefes y en el propio pantano de Riaño. El Porma y el Órbigo también acogen importantes poblaciones. En el mismo escenario deportivo social de Santa Marina del Rey se les puede observar subidos a los chopos de la zona alta o pescando a la altura de Villamor. La movilidad del cormorán grande es importante, pues cuando toman altura y se colocan en formación apenas gastan energía en sus desplazamientos. Éste es el motivo de que vayan cambiando de lugar de pesca a medida que van esquilmando determinadas zonas del río. La descatalogación de este ave como especie protegida ha permitido que las Comunidades Autónomas puedan tomar medidas para reducir sus poblaciones o simplemente dispersarlas. El hecho de que en los últimos años se esté aventurando tierra adentro, hacia lugares en los que habitualmente no pescaba, está siendo un motivo de preocupación. El cuervo marino acostumbra a pescar en el mar o en las rías y escasamente penetra más de cincuenta kilómetros por las cuencas fluviales. Ahora, sin embargo, ha invadido y en ocasiones colonizado los embalses y los cursos fluviales del interior, con el consiguiente peligro para la fauna piscícola. Su astucia y habilidad le convierten en un depredador peligroso que descubre con facilidad las zonas con mayores poblaciones de peces, incluso las propias piscifactorías, y las esquilma con rapidez, pues es muy voraz. Medidas en Castilla y León Aunque tarde, los responsables de medio ambiente de la Junta se han dado cuenta de la necesidad de tomar medidas. En el caso de León las repoblaciones efectuadas con alevines en los últimos años habían conseguido incrementar de forma notable las poblaciones trucheras en los ríos Órbigo, Porma y Esla en su zona baja. La actuación de los cormoranes está diezmando estos logros de forma considerable. Si bien las medidas al respecto se llevan con cierto secreto, se conoce que algunos agentes forestales han recibido instrucciones precisas para abatir cormoranes que están siendo estudiados para conocer mejor sus hábitos alimenticios. La mayoría de forestales, especialmente los que habitualmente cuidan y controlan los cotos de pesca, son conscientes del problema. Otros sin embargo se muestran reacios a eliminar estas aves a pesar de que podría considerárselas una especie invasora que no presenta peligro de extinción. Tampoco se ha dotado de medios eficaces a los agentes que, en muchas ocasiones, han de utilizar sus propias escopetas de caza. En estas condiciones empieza a ser un clamor la petición de convertir al cormorán en especie cinegética, al igual que en su día lo fue el cormorán moñudo, para que cualquier cazador documentado pueda abatirlo. Y no es que resulte tarea sencilla, pues su natural desconfianza y astucia le convierte en una presa difícil de encarar. Por otra parte y salvo los humanos, no tiene depredadores naturales por lo que sus poblaciones están en franco incremento. Enemigo peligroso A lo largo de la historia el cormorán grande, especie casi universal, ha sido utilizado por las civilizaciones orientales para pescar una vez domesticado. Su enorme envergadura, de 1,30 a 1,40 metros y su facilidad para el buceo, ya que resiste más de un minuto debajo del agua y es capaz de profundizar de siete a diez metros, le convierten en un peligroso enemigo para la fauna piscícola pero también en un magnífico aliado para el hombre. En la actualidad esta práctica se mantiene en Japón, más como curiosidad turística que como negocio, y en China. Su principal problema estriba en que no tiene el plumaje impermeabilizado, por lo que necesita secarlo una vez que finaliza la pesca. Para ello extiende sus alas durante unos minutos, momento en el que resulta más vulnerable. Especialmente cuando nidifica y tiene que sacar adelante sus cuatro o cinco polluelos causa gravísimos daños en lagos, estanques y pantanos. Su voracidad y la rapidez con que digiere a sus presas le convierten en pescador insaciable. Prefiere además vivir en grandes colonias que pescan al unísono colaborando de forma increíble. En ocasiones y cuando los peces se refugian en las algas, unos ejemplares los espantan y otros los capturan, cambiando los papeles una vez saciados. Verlos pescar resulta un magnífico espectáculo que, en ocasiones, resulta fácil de presenciar pues, cuando no se les acosa, pierden la timidez. El pasado año, y en más de una ocasión, pudieron verse algunos cormoranes pescando en las aguas embalsadas del Bernesga frente al Hostal y en la confluencia del Torío.

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