Abilio Fidalgo, de Armunia, gana el campeonato de caza para jubilados

El coto de La Aldea de la Valdoncina, aledaño a La Virgen del Camino, fue el escenario en el que se desarrolló el ya clásico concurso de caza para jubilados que organiza la sociedad Riomonte en su peculiar celebración del día de la Constitución. Alrededor de sesenta escopetas, entre veteranos y no tan veteranos, participaron en el encuentro. La mañana, soleada aunque fría, invitaba a entrar en calor persiguiendo a rabo los casi cuatrocientos faisanes que, de forma previa, la organización había sembrado por el campo. Y a ello se dedicaron con afán perros y cazadores en un ejercicio que concluyó con 260 piezas cobradas y otra docena abatidas pero destrozadas por la precipitación en el tiro. El resto de faisanes que consiguieron sobrevivir servirán de alimento en los próximos días a los depredadores, si bien, más de uno, acabará colgado en alguna percha de los cazadores locales o los de los cotos colindantes. Estaba previsto que, antes de iniciarse la cacería, todos los participantes pudiesen disparar sobre 300 palomas bravas soltadas de una en una en la modalidad de «a brazo». Un accidente inesperado en el transporte procedente de Salamanca impidió la llegada a tiempo de las aves, por lo que se soltaron al final una vez concluida la prueba. A lo largo de la mañana la organización estableció un puesto de control y entrega donde, además de contabilizar las piezas, los cazadores pudieron reponer fuerzas en la parrilla que trabajó sin tregua preparando los clásicos chorizos y costillas. Allí se estableció también la unidad móvil de la Cruz Roja en previsión de posibles accidentes que, afortunadamente, no se produjeron. Al final, y una vez comprobados los resultados resultó campeón Abilio Fidalgo, de 72 años, y residente en Armunia con 17 faisanes. Con quince y empatado con el tercero se clasificaba Cesar Rey, de 74 años y residente en Cembranos. La práctica totalidad de participantes contabilizaron piezas, pero el concurso de un buen perro fue decisivo en la prueba. El hecho de que el campo presentase pocos matorrales contribuyó a que muchas piezas arrancasen largas y se perdiesen lejos de los perdigones. Como curiosidad cabe destacar que se vieron varias perdices y liebres sobre las que, lógicamente, nadie disparó si bien mas de uno se quedó con las ganas, pero esa era la condición para la cesión del coto por parte de los administradores del mismo. La entrega de trofeos se materializó a los postres de la comida de hermandad.