Fútbol lógico para un derbi

ESTOS PARTIDOS de rivalidad, llamados derbis, no suelen destacarse por el buen juego de los equipos, aunque siempre queda la excepción confirmadora de la regla que, por cierto, no hizo presencia en el Amilivia. Partido malo, «maldad» de la que se contagió el árbitro encargado de dirigirlo. No hubo juego de calidad, la brillantez brilló por su ausencia; apenas un par de jugadas ligadas por parte de la Ponferradina y una sola por parte de la Cultural. Las defensas, aún estando particularmente desacertadas la de la Cultural, se impusieron, y así el encuentro hubiera terminado en tablas, de no haber mediado un lance desafortunado de la defensa culturalista que puso el gol en auténtica bandeja de plata. Uno a cero; a especular con el resultado unos, muy acertadamente, y a demostrar su total inoperancia, para hacer gol, otros. Partido trabado que consumió más minutos con el juego detenido por las faltas y lesiones, afortunadamente éstas sin consecuencia, pero sí determinantes de que el partido pudiera coger ritmo, porque el juego estuvo detenido más tiempo que la pelota en acción. Añadir que a ello contribuyó el árbitro, de cuyo nombre no quiero acordarme. Tarjetas a gogó que, anotadas parsimoniosamente, tuve la ocurrencia de contabilizar muchas de ellas, y en todas consumió alrededor de 45 segundos en anotarlas, tiempo al que hay que añadir al motivado por la atención a quienes caían sobre el césped una y otra vez. Con estas premisas al lance se tenía que dirimir del lado de quien aprovechara una clara oportunidad, y ésta la tuvo, y aprovechó, la Deportiva con la colaboración de la defensa local. Total, uno a cero y tres valiosos puntos para la Ponferradina quien, sumándolos a su casillero, se mete en el cuarto lugar de la tabla, ya en lugar con derecho a disputar el ascenso. Por el contrario, la Cultural debe poner el máximo de sus fuerzas y empeño para ir hacia arriba. De momento, tiene que ir a soltar lastre el domingo a Palencia, equipo que en la jornada hizo la hombrada de vencer al líder Salamanca en su feudo del Helmántico, para seguidamente utilizar al Zamora para iniciar un ascenso vertical hacia arriba. Primero salir del pozo y luego tratar de buscar lo que, en este momento, se encuentra al borde de lo imposible.