El árbitro suspende el Valencia-Deportivo porla agresión a un linier (1-0)
Villa acababa de marcar cuando una moneda rompió la ceja del asistente de Megía Dávila
Un monedazo que abrió la ceja de un asistente del colegiado Megía Dávila instantes después de que Villa igualase la eliminatoria al borde del descanso provocó que el juez de la contienda decretase la suspensión del choque de vuelta de cuartos de final de la Copa del Rey que se celebraba en Mestalla. A partir de ahora será el Comité de Competición el que decida si el partido se reanuda a puerta cerrada, en terreno neutral o si se da por perdido el choque al equipo local por incidentes muy graves de público. El escándalo se produjo en el minuto 44, cuando justo después del 1-0 un linier apareció sangrando por el suelo. Mejía Dávila ayudó a levantarse al asistente que había caído de rodillas junto a la banda y ordenó inmediatamente la retirada a los vestuarios. Mientras por encima de la ceja derecha del agredido manaba sangre y los jugadores de ambos equipos discutían, confundidos, Mejía Dávila no tenía dudas. El encuentro debía darse por finalizado después de atentar contra la integridad física de Vicente Ejido Rozas, del Colegio Madrileño, quien no tenía ninguna culpa de que el choque llegase ya excesivamente caliente por lo incierto del resultado, la polémica de la ida, las declaraciones del técnico Quique Sánchez Flores en la víspera y un codazo de Marchena a Arizmendi. La tarjeta roja mostrada al defensa internacional hizo que Mestalla estallase muy pronto contra el árbitro, a quien la afición no quiso perdonar. Los minutos se hicieron muy largos cuando todos se retiraron a los vestuarios tras el incidente. Los delegados de ambos clubes intentaron convencer al árbitro y a sus ayudantes, sin éxito, de que el choque debía reanudarse. Alegaron, sobre todo, problemas de fechas. Todos pretendían que el choque se reanudase, pero Mejía Dávila lo tenía muy claro. Cuando estaba previsto que comenzase la segunda parte, por megafonía se anunciaba que quedaba definitivamente suspendido y parte de Mestalla respondía con pitos. «El árbitro ha dado instrucciones de que no se va a jugar. Esto acarrea un problema de fechas importante y también económico, porque el Deportivo tiene que volver a viajar», se lamentaba el presidente del Valencia, Juan Soler. Los futbolistas estaban entonces en la ducha. La mayoría de los aficionados ya habían abandonado el estadio resignados e indignados, después de que un energúmeno les estropease el espectáculo y frenase a un equipo que había recuperado las alas con el gol de Villa que igualaba la eliminatoria. El partido llevaba camino de ser también muy intenso en la segunda mitad y el salvaje que tiró la moneda se encargó de confirmar que el enfrentamiento podría generar más de un incidente. El técnico del Valencia, Quique Flores, animó a su afición a involucrarse en un partido «áspero, caliente y bronco» para responder a la presión que hubo en Riazor. Ya desde el pitido inicial se pudo comprobar que la lucha y la agresividad iban a marcar el choque. Así ocurrió muy pronto con Marchena, que se autoexpulsó con un puñetazo a Arizmendi. Mejía Dávila estaba cerca y acertó de pleno. Luego, tomó una decisión valiente tras una acción bochornosa que en Europa se castiga sin miramientos.