El ciclo reproductivo de la caza menor está ahora en su apogeo
El fantasma de la gripe aviar se va alejando y las perspectivas son excelentes
La época de reproducción de las especies de caza menor entra en su pleno apogeo a mediados de mayo, y de ahí que los aficionados sigan con expectación las muestras que la naturaleza ofrece. Pese a la sequía que venimos padeciendo el campo ha agradecido las escasas lluvias de forma que los trigos muestran un aspecto envidiable. A estas alturas las perdices, que ya se emparejaron en febrero, están a punto de sacar adelante la incubación de los huevos mientras que las aves acuáticas ya han sacado sus primeras polladas y no resulta raro ver a las curras conduciendo su prole por los ríos o humedales. El fantasma de la gripe aviar va quedando, afortunadamente, un poco lejos y las perspectivas para la temporada son excelentes. Falta mucho tiempo todavía pero a principios de marzo se vieron perdices emparejadas y hasta la fecha las tormentas que pueden romper la incubación no han hecho acto de presencia. Muy pronto los perdigones saldrán del huevo y acompañarán a la madre en busca de alimento. Será entonces cuando podamos ver la magnitud de la reproducción, si bien el que consigan llegar a la madurez depende de muchos factores. Entre las causas que pueden reducir el número de «patirrojas» se encuentran los depredadores alados, urracas y cornejas especialmente. Estas aves son consumadas ladronas de huevos. Una vez que han descubierto los mismos burlarán la vigilancia de los padres e irán reduciendo la puesta sin llegar al exterminio. Poco servirá que las perdices oculten su nido entre los cavones o en los linderos, la paciencia del depredador es infinita y casi siempre consigue su objetivo. Pero el peligro no termina con la incubación, también los perdigones son presa frecuente y despiadada. Este es el motivo de que en muchos acotados se soliciten permisos para reducir las poblaciones de urracas y cornejas pues en ocasiones son exageradamente numerosas. El momento idóneo es finales de abril o primeros de mayo, cuando están incubando sus propios huevos. Destruir el nido cuando los huevos están a punto de eclosionar o ya lo han hecho significará que no les quede tiempo de realizar una nueva puesta en caso de conseguir burlar la acción de los cazadores. Llegan las primeras codornices En estos días ya se ha comenzado a sentir el canto de la codorniz en el campo. Esta pequeña gallinácea ha entrado en la Península a principio de la primavera y por mayo llega a la meseta central. En el borde de los trigos o en los barbechos se escucha en estos días el clásico cas-ca-la de los machos. Son los primeros en llegar para escoger la zona más propicia que ofrecer a las hembras. Su instinto les ha traído en muchas ocasiones a los mismos pagos que les vieron nacer y aquí permanecerán cantando hasta que alguna hembra escuche su canto y se preste a emparejarse. Luego realizarán la puesta, muy numerosa, de huevos a razón de uno diario, para proceder seguidamente a su incubación. Si todo discurre favorablemente a finales de junio ya sacarán su primera pollada de forma que, cuando se coseche el cereal, ya volarán. El desarrollo de las pequeñas codornices resulta espectacular. En las primeras semanas consumen abundantes insectos cuya proteína asimilan con mayor facilidad. Luego su alimentación se volverá esencialmente granívora, pero sin renunciar al consumir invertebrados, saltamontes y grillos esencialmente. Riesgo de triquinosis La aparición, tras diecisiete años de ausencia, de un cuadro de triquinosis en varias personas que habían consumido carne de jabalí vuelve a poner de manifiesto la imperiosa necesidad y obligación de analizar la carne de estos animales. El riesgo en animales salvajes es mucho mayor que en los cerdos domésticos, ya que la posibilidad de que puedan consumir roedores, principales agentes transmisores, es mucho mayor. Los análisis veterinarios realizados sobre muestras, tomadas habitualmente del músculo de la lengua y diafragma, son mucho más rigurosos y de ahí que resulten más caros, entre diez y doce Euros. El mayor peligro está en el consumo de la carne cruda, embutidos o jamón especialmente. El hecho de que en muchas ocasiones los animales hayan sido abatidos de forma furtiva o ilegal motiva que no se presenten ante el veterinario, pese a que éste no acostumbra a poner dificultades habida cuenta de su procedencia. De hecho, las mejores estadísticas que pueden ofrecerse acerca del número de animales abatidos las ofrecen estos profesionales ya que, salvo un mínimo porcentaje, nadie se arriesga a consumir carne sin analizar.