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Alemania abre hoy el torneo con menos dudas sobre el favorito

30 días, 64 partidos, 32 selecciones, 736 jugadores, 22 árbitros, doce estadios y con Brasil como estrella Ocho estrenos entre los grandes

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Y. Rey | Ignacio Tylko - múnichberlín
León

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Alemania ya es el corazón más grande del mundo. Desde este viernes 9 de junio al soñado 9 de julio. Del Allianz Arena al Olímpico. De Múnich a Berlín. Del penta y campeón en ejercicio, Brasil, que ha participado en las 17 ediciones anteriores del campeonato, a los debutantes, Trinidad y Tobago, Costa de Marfil, Angola, Togo, Ucrania y la República Checa... Y, para el aficionado español, una vez más, en el centro de este universo futbolístico, sólo hay ojos para la selección, para esta selección de Luis Aragonés, que no termina de expresarse en su mejor versión. La interrogante que no cesa comenzará a desvelarse a partir del próximo miércoles, cuando los futbolistas capitaneados por Raúl comenzarán su aventura. El objetivo marcado por el propio seleccionador: pasar el Rubicón de cuartos, o lo que es lo mismo, meterse en semifinales, sinónimo de estar entre las cuatro grandes potencias. Brasil suma, nunca resta Hacía muchos años que el Mundial no abría sus puertas con un favorito tan marcado. Todos los dedos señalan a Brasil como máximo candidato al título y nadie se atreve a decir lo contrario. Brasil sólo juega para ganar. Es una constante a través de la historia. De los 87 partidos que ha disputados en la Copa del Mundo ha vencido en 60 y además de sus cinco títulos (1958, 62, 70, 94 y 2002), su tarjeta de visita presenta otras dos finales (1950 y 98), tres semifinales (1938, 74 y 78) y otros tres cuartos de final (1954, 82 y 86). Pero Brasil no vive de su pasado. Mira al futuro desde un presente que le permite asombrar a su paso. Brasil busca la victoria por la autopista de la sonrisa. Es la patente del jogo bonito . Del juego de ataque. Del gol. Del regate, la finta, la bicicleta... Su seleccionador, Carlos Alberto Parreira, hace juegos malabares para encajar sus piezas. Le sobran delanteros pero prefiere que jueguen los más posibles, aunque siempre amenace la duda de que un día puede suceder una tragedia tan grande como la del Maracanazo del 50 y a él será el primero que se le lleve la corriente. Brasil suma, nunca resta. No se conforma con ganar. Quiere ganar con su estilo. Ronaldinho+Ronaldo+Adriano+Kaká... y si es menester, hasta Robinho. Y atrás, que se las arreglen. La historia de este Mundial se escribirá a partir de lo que haga Brasil. El mundo futbolístico se rinde a la evidencia de que es el mejor, pero nadie se rinde a no ser su verdugo por un día. Para ese papel sobran opositores en los dedos de una mano. Alemania -sobre todo porque es el anfitrión, no porque ahora tenga un gran equipo-, Argentina e Inglaterra... Francia e Italia parecen estar en un segundo escalón. Y Holanda y Portugal son tan imprevisibles como España, aunque su fútbol puede entrar más por los ojos del aficionado más purista. Y en esta previa, una apuesta por Suiza, México y Costa de Marfil, que pueden ser las animadoras. El póker inglés en medio campo La duda de cómo llegarán los equipos, sobre todo los europeos, después de una temporada tan cargada siembra la incertidumbre y debe igualar aún más la competición, donde ya casi ningún protagonista quiere aceptar el papel de comparsa. Ni siquiera Trinidad y Tobago, que puede ser la víctima más propiciatoria. Tácticamente no se espera ninguna revelación novedosa. Brasil y su cuadrado mágico (4-2-2-2) se antoja como la apuesta más arriesgada y menos manoseada. España, Italia y Holanda preparan un elástico 4-3-3 que permite una serie de alternativas sobre la marcha, mientras Alemania, Francia e Inglaterra se agarran a las raíces más clásicas y optan por un académico 4-4-2, que en el caso de los de Eriksson tiene un tremendo potencial ofensivo con un póker de jugadores (Beckham, Gerrard, Lampard, Joe Cole) que si se ponen de acuerdo el mismo día y a la misma hora pueden y deben ser letales. Si finalmente Rooney les acompaña y su portero les respeta, estaremos hablando de una selección supercompetitiva. Desde el punto de vista de los árbitros debe llegar el rigor suficiente y nunca excesivo que permita que corra el balón y se proteja a los futbolistas que apuestan por buscar algo más que el resultado. La amenaza del presidente de la Fifa de que el árbitro que se equivoque -fallos técnicos, no de apreciación- será expulsado, nunca se sabe cómo influirá en sus estados de ánimo. Ahora sólo falta que el discutido y sofisticado balón comience a girar. 64 partidos por delante, 736 futbolistas, 12 estadios y una organización que asegura que pasará a la historia por su sobriedad y funcionamiento ejemplar. Que así sea.

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