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Italia se cita con el anfitrión

En un ejercicio camaleónico goleó a Ucrania para ganarse una plaza en las semifinales

Luca Toni salta sobre Oleg Shelayev y por detrás de él Andriy Husin

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Ignacio Tylko - hamburgo
León

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Tras seis años de decepciones en el pelotón de los mediocres, Italia regresa a la élite para medirse el martes a Alemania en una semifinal que a los clásicos hará rememorar el partido del siglo que jugaron en México'70, con triunfo para los azzurri por 4-3 en el estadio Azteca. Y vuelve con su fútbol especulativo de toda la vida justo cuando vivía más atormentada, sacudida por un escándalo que ha puesto a todos bajo sospecha, desde el entrenador al portero. Las comparaciones son odiosas, pero ya conquistó el Mundial de España'82 cuando el país sufría un clima de corrupción generalizado. Frente a una Ucrania de Blokhin que bastante ha hecho con colarse aquí, sufre para llevar la iniciativa, es Shevadependiente pero aún así pudo empatar en el arranque de la segunda mitad, los transalpinos demostraron que, gusten o no, saben competir. Hacen lo que consideran más conveniente en cada caso. Leer los partidos se llama eso en el argot futbolero moderno. Y en un torneo donde casi todo son finales, esa es una virtud innegociable. Su cicatería les llevó a verse encerrados por los ucranianos, pero cuando éstos acariciaban el empate, Luca Toni se estrenó en el Mundial y les dio la puntilla con dos goles. ¿Suerte? Sí, pero lo raro es que este factor casi siempre acompañe a los mismos. Italia es una selección camaleónica, que varía el método según el guión, aunque siempre construida desde la defensa. Esa es su idiosincrasia y no le ha ido mal. Ahora ataco, luego me petrecho, más tarde pierdo tiempo y, si es menestar, hago una falta táctica y vuelta a empezar. Y cuando estoy contra las cuerdas, acelero y me acompaña la suerte. Un ejercicio de practicidad calculada que, a diferencia de España, no les permite encajar un gol cuando van ganando en las postrimerías del primer tiempo y con un tipo solo delante del portero. El caso es que sólo han recibido un tanto, en propia meta, han cosechado un empate, ante Estados Unidos, y van a pelear por acceder a la que sería su sexta final. Fantasista Totti Si bien Lippi alineó a un sólo punta, con el fantasista Totti por detrás para desplegar toda su magia y elegancia, Italia no salió tan arrugada como frente a Australia. Sabía que ante la contragolpeadora Ucrania es básico adelantarse y entró enchufadísima. Tanto, que en apenas cinco minutos encarriló el pase a semifinal con un zurdazo lejano de Zambrotta que se comió Shovkovskyi, el héroe en los penaltis ante Suiza. Así es la vida. Tuvo fortuna Zambrotta, pero sacó máximo rendimiento de su versatilidad, ya que el juventino es un lateral ambidiestro, moderno, que vale para un roto y un descosido. Faltaba todo el partido por delante, pero tenía toda la pinta de estar ya visto para sentencia. Es casi imposible que a Italia se le vaya de las manos en una cita de esta envergadura y, por más que lo intentaron, se antoja todavía más complicado que los de Blokhin sean capaces de voltear un marcador. Aunque al final gane y engorde su palmarés, su tradición, a Italia también hay que exigirle algo más, que no se dedique a a jugar con el exiguo 1-0. Se veía poco o nada amenazada y pensó quizá que tampoco era cuestión de desgastarse. Como mal menor, podría ser recibir el empate como castigo. Ocurrió que Ucrania se le subió a las barbas, que Zambrotta sacó un balón bajo palos, que Buffon se lució, que Gusin cabeceó al travesaño... Entonces, los de Lippi decidieron que había que apretar de nuevo y, en un visto y no visto, Luca Toni disipó cualquier incertidumbre y acreditó su condición de Pichichi en la Serie A. Italia ha vuelto.

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