Diario de León

Zidane y los dioses menores

Un equipo brasileño empeñado en jubilar al enrabietado «Zizou» no pudo impedir que las «viejas glorias» francesas, denostadas sólo una semana atrás, estén a un paso de ofrecer a su capitán una gran final

Zidane quiere prolongar su carrera hasta la final del 9 de julio en Berlín

Zidane quiere prolongar su carrera hasta la final del 9 de julio en Berlín

Publicado por
José Antonio Diegoefe | berlín - berlín
León

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La mejor versión del genio Zidane, desgranando con melancólica parsimonia la cuenta atrás hacia su ocaso definitivo, expulsó del Mundial a la caterva de dioses menores brasileños que no acertaron a plasmar sobre el terreno la supuesta excelencia de su juego. La historia volvió a repetirse en Fráncfort. Un equipo -Brasil- empeñado en jubilar a Zidane, como antes lo intentó España, y un «Zizou» enrabietado que contesta con un zarpazo para demostrar a las superestrellas brasileñas que sólo se irá cuando él así lo quiera. Zidane encarna la expresión del fenómeno que abarca al propio equipo francés: despreciado por viejo al comienzo del Mundial (30 años de media), Zizou y la colección de glorias francesas, heridos en su orgullo, apartaron de su camino hacia la final a quienes osaron poner en duda su competencia. Apenas había transcurrido un minuto de juego y Zidane ya había dejado su firma en el terreno. Sus botas doradas se movieron con elegancia entre seis piernas brasileñas para salir del acoso con el balón en los pies y tres rivales con un palmo de narices. Un destello desafiante iluminaba los ojos de Zidane durante la interpretación de los himnos. El desarrollo del juego no hizo sino confirmar que el capitán galo estaba en trance, en condiciones de apoyar en una sorprendente fuerza física su técnica exquisita. Domenech ha encontrado inspiración en el estado de gracia de Zidane: «Tenemos que jugar siempre como si fuera nuestro último partido». Una fórmula magistral para prolongar la estancia de Francia en el Mundial y de Zizou entre los genios en activo. Francia se encuentra ahora en la insólita situación de tener el título a su alcance, tras ocho años de haberlo conquistado en casa y al cabo de una travesía del desierto que duró todo el Mundial de Corea-Japón 2002 y parte del presente. «Los hombres viejos siguen aquí», declaró une exultante Domenech, que ha trocado las críticas en elogios a media que el equipo ha sacado «de las tripas algo que llevaba dentro y que se resistía a salir». Zidane ha olfateado la presa, la tiene ya a la vista y no quiere detenerse por nada. «Ahora hay que ganar un puesto en la final. No queremos parar. Es todo tan bonito... He disfrutado como nunca», explicó el héroe de Fráncfort. La campaña para recuperar el orgullo de 1998 tiene un abanderado que tiene encomendada una misión añadida: prolongar hasta el 9 de julio su retirada para tener un adiós digno de su altísimo rango. Para Zidane, de 34 años, el Mundial de Alemania constituye un escenario mayestático para entonar el canto del cisne.

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