Diario de León

La ruleta rusa de los penaltis da a los italianos su cuarto mundial (1-1)

Zidane emborronó su adiós con Francia al ser expulsado por dar un cabezazo a Materazzi Opinión: Un inesperado protagonista

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Y. Rey - berlín
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A Lippi se le empañaban las gafas. La emoción. El miedo. La esperanza. La angustia. Grosso iba a lanzar el quinto penalti. El que valía el titulo. Pierna izquierda. El hombre llave ante Australia con aquel penalti que no fue, el hombre que abrió el camino de la gloria en la prórroga contra Alemania. No falló. Este futbolista de 29 años está tocado por la mano de Dios en este Mundial. Su Mundial. El de Italia, aunque tuviera que esperar a los penaltis. Final pobre, manchada además por la paranoica acción de Zidane. o es que se deba y pueda esperar mucho nunca de estos partidos estelares en los que el miedo a perder atenaza y minimiza el deseo de victoria, pero a Italia y a Francia se les debe pedir un poco más. Al menos lo que ofrecieron los veinte primeros minutos. Casi todo - pasó entonces. Despegó la final tan acelerada como los himnos. Encontronazo de Henry con Cannavaro, tarjeta a Zambrotta por una entrada canalla y penalti que no fue. Se equivocó Elizondo. Materazzi no tocó a Malouda. Iba a llevárselo por delante como es su costumbre, pero se frenó a tiempo. Es lo que le ocurre a este jugador que está tan buscado y marcado en la lista de árbitros por su andanzas que hasta un argentino le tiene fichado. Zizou, a lo Panenka Zidane le metió morbo al lanzamiento. Como si quisiera que todo fuera especial, distinto, genuino e intransferible en su último día, eligió un ejemplo histórico para el disparo. Nada menos que la paradinha y el pique del balón. Vamos, a lo Panenka. Buffon se lanzó a su derecha y el balón tras dar en el larguero, botó dentro con suspense. Hay que ser Zidane para atreverse a lanzar un penalti con esa parsimonia y precisión en una final. Posiblemente los franceses pensaron que esa acción podría valerles, como ante Portugal. Pero Italia es Italia. Los de Lippi son guerreros. No se rinden cuando tienen un partido casi completo por delante. Y aunque no encontraban su dinámica de juego, sacaron provecho de su estrategia. Así le quitaron la cartera a la República checa. Córner que saca Pirlo y remate de cabeza del grandullón que además salta como un pivot de baloncesto. Materazzi le ganó el brinco a Vieira que no es un enano precisamente. Barthez que se había quedado a media salida, ni se enteró. Ahí se apagó la luz. Un cabezazo al larguero de Toni, en otro córner de Pirlo y lo demás un peloteo insulso, sin ritmo en el centro del campo que provocó la maldita 'ola' y terminó de callar a un estadio demasiado político y de palco, con pocos aficionados de los dos países, porque la FIFA prefiere llenar el estadio de compromisos de sus 'sponsors'. Tácticamente el duelo fue cerrado. Mucho centrocampismo. Más escalonados los italianos, pero con Totti desaparecido y más intermitentes los franceses que buscaban a Zidane pora darle un poco de sabor a su juego. Aceleró el ritmo un tanto el equipo de Domenech a la vuelta del descanso, más que nada porque Henry entró en escena y cuando tiene el balón siempre puede pasar algo. Los técnicos comenzaron a mover su banquillo. Vieira se fue lesionado y Lippi hizo dos cambios de golpe. Reapareció De Rossi después de sus cuatro partidos de sanción y reincidió con Iaquinta, minutos después también con Del Piero. Elizondo anuló un tanto que pareció legal a Toni -Italia sólo remató en acciones a balón parado- y Buffon le sacó un remate a Henry antes de que la final fuera languideciendo de mala manera hasta pudrirse en la prórroga. Los suplementarios iban camino de ser otra pesadilla previa a los penaltis con Francia más activa y viva que Italia cuando a Zidane se le cruzó el cable por enésima vez. No se puede estropear más una despedida. Un cabezazo sin venir a cuento contra el pecho de Materazzi. Le cabeceó con saña y mala leche. El árbitro no lo vio, pero ante las protestas italianas uno de sus ayudantes le puso la pilas y Zizou se fue a la calle para no volver nunca más. Lo dicho, imposible peor epílogo. Con uno más Italia quiso, pero no pudo. Volvía a estar con tres delanteros, pero no había ni el físico, ni las ideas del partido contra Alemania y todo quedó visto para la sentencia de los penaltis justicieros. Los 'azzurri' no fallaron. Uno tras otro y Barthez impotente recogió el balón en la red una y otra vez. Los finalistas invirtieron la tendencia y se presentaron en la gran cita de Berlín con equipos muy veteranos, con medias de edad muy superiores a las de los campeones de los últimos 44 años. La formación que se coronó campeona en las diez Copas del Mundo anteriores jamás superó los 28 años. Y las alineaciones de los contendientes en el estadio Olímpico sobrepasó esa cifra de sobra. Francia saltó al césped con un equipo de algo más de 30 años de media, cinco más, por ejemplo, que el once tipo de la España de Luis Aragonés. Con 35 años y 12 días, el 'abuelo' galo es el guardameta Fabian Barthez, mientras que el más joven es Ribery, con 23 años y tres meses. En el caso de Italia, salió del túnel de vestuarios con una media de 29 años y siete meses. Su jugador más veterano en el once de la final fue el central Materazzi, autor del primer gol italiano, con 32 años y 10 meses, y el más joven Pirlo, con 27 años y un mes. El último campeón del mundo con más de 28 años de media fue la selección de Brasil de Garrincha y Pelé, que se coronó en Chile 1962 con 30 años y un mes tras vencer a Checoslovaquia en la final.

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