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La gran cantidad de cigüeñas amenaza la fauna cinegética

Otras especies como reptiles, anfibios y anélidos se ven seriamente afectados

Las últimas tormentas apenas han aliviado una situación preocupante

Publicado por
Pedro Vizcay - león
León

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Desde hace algunos años cualquier observador ha podido apreciar, a simple vista, que el número de cigüeñas se ha multiplicado por cinco o por seis. Del clásico nido en la espadaña de la torre de la iglesia se ha pasado a tres, cuatro e incluso cinco y las zonas de anidamiento se han extendido a postes y árboles. De igual forma el periodo de tiempo que pasan en nuestras latitudes es mucho mayor de forma que incluso algunas parejas no llegan a emigrar. El dicho de «por S. Blas la cigüeña verás» se ha quedado obsoleto, pues las que se van retornan en plenas navidades. Incluso en algunas zonas donde nunca llegaban, como algunos pueblos de la montaña berciana, han comenzado a nidificar, consecuencia lógica de la necesidad de colonizar nuevos territorios. Los factores que han incidido en este cambio de comportamiento pueden ser múltiples y variados, pero sin duda tienen que ver con la alimentación. «En muchas especies el nicho ecológico lo establece la capacidad de alimentarse» comenta un biólogo estudioso del tema. La proliferación de vertederos incontrolados contribuyó probablemente a crear esta situación, pero ahora, con la puesta en funcionamiento de CTR de San Román, se han reducido en la mayoría de las zonas. Las aves, si embargo, necesitan comer y de ahí que su presión se haya dirigido a las pequeñas especies que habitan en nuestros campos: reptiles, anfibios, de gran valor ecológico y otras como los pollos de perdiz, codorniz y lebratos de alto valor para la ya de por sí depauperada fauna cinegética. No cabe duda de que la cigüeña es un animal majestuoso y muy bello, que goza además de gran simpatía entre la gente. La presencia de cigüeñas en la torre de las iglesias, aunque denostada por los párrocos que saben la porquería que dejan, era saludad a por los vecinos con agrado, pues además se las asociaba con la maternidad. El espectáculo que prodigaban en los atardeceres de verano en la catedral de León, disputándose los pináculos, era y es digno de ver e impresiona a propios y extraños, incluidos los turistas que nos visitan. Por esta razón cualquier medida para el control de la especie puede generar alarma social «pero algo habrá que hacer» comenta un responsable de Medio Ambiente que ha comprobado los daños. «Todo está muy bien, pero en su justa medida, cuando algo se sale de madre afecta inevitablemente a otras especies al romper el equilibrio». Un difícil control La sobrepoblación de cigüeñas demanda ya un cierto control. ¿Quién no ha visto por ejemplo decenas de estas zancudas siguiendo las evoluciones de un tractor arando en primavera o en otoño?. Pues bien, la ingente cantidad de lombrices de tierra que consumen son muy necesarias para el campo. Estos gusanos anélidos contribuyen a fertilizar la tierra al transformar la materia vegetal en restos orgánicos, además de esponjarla y crear pequeñas galerías de drenaje que, especialmente en suelos arcillosos, son tan necesarias. Pero ahora, cuando está comenzando la cosecha del cereal, el daño es si cabe mayor. Las cosechadoras desplazan de su protección a los pollos de perdiz y de codorniz y a los lebratillos. «Es impresionante, -comenta un maquinista de cosechadora,- con qué rapidez destrozan una pollada». La coincidencia de estas labores agrícolas con la salida de los cigüeños del nido agrava aun mas si cabe la situación. Pero el control, según señala un responsable de Medio Ambiente, es caro y difícil. Una solución podría ser inutilizar una parte de los nidos mediante una pequeña perforación en el huevo. De esta forma se conseguiría inutilizar el huevo pero que no se interrumpiese la incubación y se produjese una nueva puesta. Este método se ha utilizado eficazmente en el control de gaviotas en las ciudades portuarias. Tampoco resultaría tan agresivo como matar las aves a tiros, cuestión ésta demasiado violenta y que podría contribuir a extender la mala fama que tienen los cazadores. En todo caso, y al igual que está sucediendo con los cormoranes, algo habrá que hacer, aunque falta saber quién le pone el cascabel al gato.

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