Diario de León

El «efecto Gillespie»

España protagonizó un partido infame previo a la Eurocopa lusa

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i. t | belfast
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Un ejemplo de por qué en baloncesto, balonmano, waterpolo o en hockey sí, y en fútbol nunca. Ocurrió el 10 de junio de 2003, la víspera de que la España de Iñaki Sáez se jugara en Belfast más de medio billete directo para la Eurocopa de Portugal. ¿Qué conoce de Irlanda del Norte?, se le preguntó al seleccionador. «Hay un hombre que me gusta en especial, marca las diferencias por su velocidad, es Gillespie», responde sin pestañear. Minutos después, es Míchel Salgado el que contesta a la típica pregunta. «Gillespie es un jugador que nos puede hacer mucho daño», asevera. De pronto, un periodista comprueba que el «temido» interior zurdo no aparece en la convocatoria norirlandesa al estar sancionado por una reciente expulsión ante Grecia. «¿No juega?, pues mucho mejor», apostilla Salgado. Una «falta de respeto» Los informadores locales no dan crédito a lo que escuchan. No comprenden que ocurra algo así en el fútbol español, tan superprofesionalizado y con ojeadores y especialistas que sólo viven de analizar a los rivales. Lo consideran hasta una falta de respeto. En el seno de la federación, empero, lo consideran un lapsus normal. El sintomático «efecto Gillespie» tuvo sus consecuencias. España cuajó un partido infame en el Windsor Park, no pasó del empate sin goles y en la práctica certificó su pase a la repesca ante Noruega. Un mal precedente, además el último, del que se supone habrán tomado nota Luis Aragonés, sus colaboradores y sus jugadores. Sin confianzas, tampoco tienen por qué preocuparse. Irlanda del Norte ha sido un rival clásico de España y los números son favorables a los intereses ibéricos. En 17 duelos, 10 triunfos españoles, seis empates y sólo una victoria británica (0-1), muy humillante, eso sí.

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