La leonesidad de la lucha
LA LEONESIDAD de la Lucha Leonesa y de la Lucha por León. Y es que si no la defendemos -la leonesidad- luchísticamente los aficionados de trinchera y leonesamente los leoneses de a pié, de las instituciones poco cabe esperar a juzgar por la trayectoria seguida y visto lo visto. Porque no es ya sólo la ubicación del Monumento que desmenuzábamos la semana pasada. Nuestra reivindicación luchísticoleonesa dentro de la propia órbita municipal -capitalina, iba bastante más allá y se conectaba con alguna otra acción integral y de alcance. De antiguo venimos propugnando denominar oficialmente al pabellón frente al cual entronizábamos. Monumento, como «Palacio de la Lucha Leonesa»: como homenaje y reconocimiento al más leonés de todos los deportes. Y en orden a raíces y sentimiento, ¿cabe denominación más acorde? De igual modo que a nuestro coliseo futbolístico bien le vendría -nos vendría- ser conocido como «Estadio Reino de León». Aquí y fuera, conocido y reconocido. De nuevo y también en esto «seguir al líder», en este caso a uno de los más destacados líderes en cuanto a Identidad Regional se refiere, Pamplona: Estadio Reyno de Navarra en sustitución de El Sadar. En la misma conexión municipal y capitalina. Se dedica una calle a «Los Aluches», descafeinadamente y sin el apellido leonés e identificación propia que lleva en sí misma la denominación -de origen e identificadoramente propia- de Lucha Leonesa (en Madrid existe el Barrio de Aluche y hay quienes a nuestro deporte le llaman «los loches o la luche»). Para colmo la calle asignada virtualmente se sitúa en el extremo sur de la ciudad, en el Polígono de La Lastra y cuando la práctica de este deporte tuvo históricamente y tiene su asentamiento en el alfoz noreste: Sobarriba, Villaobispo, Villaquilambre... Sería por tales límites urbanos; por donde habría de discurrir la «Calle de la Lucha Leonesa». Así se escribe la historia (cazurra). Ante ello, como ante todo lo demás el leonés, el ciudadano de a pié, ni se inmuta y menos aún ni la pía. De ahí que más que frente a cualquier modo de insensibilidad municipal, e institucional en general, nos revelamos ante la insensibilidad ciudadana; a todos los niveles. En algún momento hemos manifestado nuestros temores ante una Leonesidad en entredicho. Lo cierto es que más bien, o sea más mal, Leonesidad en precario y tendiendo a extinguir. Tiene que llegar Viggo Mortensen a exaltarla y casi despertarla. ¡Y lo que les ha costado reconocérselo institucionalmente! En las páginas de la «Revista» dominical de este periódico del 13 de agosto y bajo los titulares: «Lo que hemos perdido», Emilio Gancedo se lamenta de la indiferencia del leonés ante los signos más representativos de la cultura popular y tradicional leonesa»... Impera una gran ignorancia a nivel popular, unido al hecho de que nuestro territorio cultural, etnográfico e histórico no coincide con el actual marco administrativo, y por tanto, al gobierno autonómico no le interesa demasiado la divulgación, potenciación y puesta en valor de lo leonés». Incide Gancedo en la reducción geográfica en la práctica de Bolos y Lucha Leonesa, así como otras demostraciones tradicionales, con los «Pendones» como singularísima excepción en cuanto a reconocimiento y difusión de un símbolo diferenciado». «(...) Hay diferentes puntuales de la cultura tradicional, cuya supervivencia, o bien queda en manos de las instituciones (quienes, o se dan cuenta de la situación y ponen remedio, o siguen como hasta ahora) o se ha de confiar en la sociedad civil, aún no muy desarrollada ni concienciada, la leonesa, en torno a estos aspectos». Lo que perdimos... y lo que aún podemos perder. En el discurso de clausura de los actos conmemorativos del «VII Centenario del Mercado de los Jueves en Benavides», el presidente de la Comunidad se sirvió oportunistamente de la ocasión para despacharse tratando de corroborar los vínculos históricos entre Castilla y León. Barriendo descaradamente para su Castillo medieval a reales Alfonsos y colaterales, lo que apenas mereció otro desmontador rigor analítico que alguna «Tribuna» de este diario a toro ya demasiado pasado. Por parte de auditorio, cortesana obsequiosidad; pastueña y aborregada obsequiosidad. Al hilo del Órbigo, sus riberas y vegas, valorar que aún no tengamos que incluir entre «lo que perdimos» a la emblemática Presa Cerrajera y todo lo que representa; homenajeada y exaltada en su reciente centenario. Pues no menos emblemática es -era- para las Vegas del Condado (donde este columnista entierra gran parte de raíces y ancestros) su Presa del Molino. Sin duda que todos los destrozos medioambientales (freático - acuífero - humedales - hábitat - ecosistema - paisajístico...) para el enterramiento de las monstruosas «maxituberias minicentraleras», han de estar más que bendecidas legalmente por la Administración autonómica. Pero, ¿y la indiferencia vecinal ante lo que se destroza y lo que desaparece? Ante el «atentado legal», en suma. Recuerden, lo que perdimos, lo que se está perdiendo y lo que se puede seguir perdiendo. Desde la amargura y sombría desesperanza, sumar el agravante que concurre en estas Vegas tan de luchadores, donde cincuenta años atrás se dinamitó su altivo Castillo (con dinamitera tragedia, mortal incluida por temeraria e irresponsable e impericia), dotado -cuando menos- del encanto y el sabor de la historia menuda y casi doméstica. Trozos y trazos de la Leonesidad hecha historia -viva y palpitante- de andar por casa. Consentido desafuero sobre desafuero con el silencio -cómplice-cazurro supliendo a la beligerante y luchadora conciencia de Leonesidad; a lo leonesamente beligerante: rugidos de León imponiéndose al silencio de los corderos. Una Leonesidad que se alienta e impulsa luchando. «¡Lucha Leonés!» despide beligerantemente, y marcando la senda, nuestro Himno a la Lucha Leonesa.