Diario de León

Las dudas y el miedo de Aragonés hunden aún más a la selección

España agudiza su agonía ante Suecia y encaja la segunda derrota injustificable consecutiva

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Ignacio Tylko - estocolmo
León

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De la jindama a la nada y del absurdo a la desesperación. La España del confuso y atribulado Luis Aragonés cosechó en Estocolmo su segunda derrota consecutiva en la fase de clasificación para la Eurocopa'08. Ni con Raúl, ni sin Raúl, ni con 4-3-3, ni con 4-4-2, ni con tres defensas, ni con gaitas. La selección prosigue su terrible agonía. Parece haber entrado en fase terminal y sólo Luis y Villar decidirán si quieren dejar de sufrir. Por no tener, ya no tiene ni una pizca de suerte. Es la viva imagen de la derrota, de los perdedores. Hasta los árbitros la tratan como un equipo menor. El guión esbozado por Luis en la pizarra quedó hecho trizas en apenas diez minutos. Es el peligro que tiene salir a jugar con pañales, sin personalidad, en función del rival y con un miedo atroz a perder. En ese lapso quedó claro que la correosa Suecia, discreta pero fiel a su estilo y conocedora de sus virtudes y defectos, no iba a arriesgar lo más mínimo y que los españoles se conformaban con tocar en zona de nadie, guardar la ropa y evitar el contragolpe local. Si luego Villa o Torres podían enganchar alguna, miel sobre hojuelas. ¿Qué hubiera ocurrido si España hubiera arrancado a atosigar al rival, a presionarle arriba, a subírsele a las barbas? Nunca se sabe, pero al menos la sensación hubiese sido otra. Salvo el estéril toquecito hispano, no hubo noticias en Rasunda antes de que, a los diez minutos, Elmander, un veloz y fornido delantero que se curte en el Toulouse, se aprovechara de una tremenda indecisión para internarse sin oposición y batir a Casillas, mal colocado. Timoratos, inseguros, nerviosos y atenazados, los de Luis dudaron entre salir a presionar o recular. Y en el fútbol, como en la vida, quien no tiene claro lo que hace, pierde. Con el resultado adverso, la Eurocopa algo más lejos, el campo en mal estado y el rival crecido, tocaba sufrir, remar contracorriente. Era el momento de demostrar que este equipo y este técnico no estaban muertos. Pero quedó patente, al menos en toda la primera parte, que no había un plan B. Luis intentó corregir sobre la marcha, pero o no le oían, o no le entendían o, simplemente, no le hacían ni caso. Ni Villa y Torres venían a recibir entre las líneas como el de Hortaleza exigía desde el banquillo, ni Cesc, perdido en el flanco izquierdo, se asociaba con Xavi. El seleccionador, ya desesperado, tuvo que llamar a la media hora a Puyol para que transmitiera sus instrucciones. España fue un puro caos -despelote que diría Joaquín-, en el que nadie hallaba sus virtudes. Puyol y Juanito no estaban acoplados. Ramos luchaba, entraba a todas, pero seguía a disgusto como lateral. Capdevila no sabía ya si defender o atacar... En el medio, a Albelda, fuera de forma y de sitio, ya no le servía con juntarse a los centrales. Cesc deambulaba entre la nada, Angulo se preocupaba más de cerrar que de abrir y Xavi no conectaba con los delanteros. Torres, una vez más, se mataba a correr, generaba expectación, pero no terminaba bien las jugadas. El nuevo 7, empero, tuvo una buena para empatar, pero el portero le adivinó la intención. Ni siquiera en las faltas, la selección sabía qué narices hacer. Tal es así que Villa estrelló contra la barrera, demasiado próxima, una falta al borde del área que de toda la vida era para un zurdo. Con tal descontrol, lo mejor que podía ocurrir es que llegara el descanso. Sobre todo cuando, en su segunda llegada, el árbitro se interpuso en el camino de Juanito y el latigazo de Elmander sacó astillas del travesaño. Menos mal. A la desesperada En al camerino debió haber discusión, bronca. Era una situación límite y no quedaba otra que dar el callo, que hacer algo, que como mínimo echarle casta. Luis retiró al desubicado Cesc y apostó por Iniesta, quien durante la semana se entrenó con los titulares. Y enseguida, ordenó salir a Capdevila, una de sus novedosas apuestas, y entrar a Puerta. ¿Un sub-21 era el idóneo para arreglar la crisis, para sacar las castañas del fuego? Ni Luis lo sabe. Y, con media hora todavía por delante, el tercer cambio. Fuera Angulo y dentro Luis García. España ya jugaba con tres defensas. Ante un rival que odiaba la pelota, empezaba a acusar su enorme esfuerzo, en especial el correcaminos Linderoth, y sólo pensaba en guardar su exigua renta. España mejoró sus prestaciones. Dominó por completo, se ubicó mejor y ya hizo sufrir a los escandinavos. Debió llegar pronto el empate, pero Shaaban desvió un remate a bocajarro de Torres y un tiro envenenado de Villa. El guardameta de origen egipcio, suplente habitual de Isaksson, estuvo inmenso. Y tuvo fortuna, y vio hasta un gol fantasma tras remate de Puyol. Y cuando los españoles se lamentaban, Allback les hundió al contragolpe.

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