Diario de León

El Ademar carga las pilas para ir a Valladolid desarbolando al Bidasoa

La gran defensa leonesa asfixió a los irundarras: en el minuto veinte sólo llevaban dos goles

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Georgino Fernández - león
León

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Palizón. Si hubiese que resumir de forma telegráfica el partido que ayer enfrentó al Ademar con el Bidasoa Irún ese superlativo le podría cuadrar perfectamente. El 31-16 con que terminó el choque es elocuente. Y para ilustrarlo basta un sólo y contundente apunte: en el minuto veinte de la primera mitad el Bidasoa tan sólo había hecho dos goles y además fueron conseguidos en los primeros minutos del encuentro por su lateral Stankovic. Si en veinte minutos un equipo no es capaz de hacer más que dos tantos a su rival no sólo es que esté absolutamente sentenciado sino que está haciendo el ridículo sobre la pista. Y esa fue la imagen que ayer ofreció un Bidasoa que conoció tiempos mejores. El Ademar lo desarboló sin piedad imponiendo su ritmo desde los primeros compases y los irundarras terminaron con la sensación de que les había pasado por encima un tren expreso. Y la clave principal de esa paliza -al margen de las facilidades del rival- hay que buscarla en la gran defensa que realizaron ayer los hombres de Manolo Cadenas. Con un bloque central poderoso integrado inicialmente por Aginagalde, Morros y Garralda -al que luego se sumaron con igual intensidad Castresana y Sigurdsson- el Ademar asfixiaba todos los intentos atacantes del Bidasoa. Los dos primeros goles de Stankovic fueron engañosos. El grifo se cerró muy pronto. Desde aproximadamente el minuto ocho hasta pasado el veinte, el Ademar mantuvo su portería a cero. Gracias a eso, los leoneses abrieron pronto una brecha de ocho goles de diferencia que ya dejó sentenciado el choque. La defensa funcionaba y en la portería estaba un Saric grandioso que ahora mismo es el mejor meta de la Asobal. El bosnio puede llegar a ser desesperante para sus rivales. Literalmente hay momentos en que lo para todo. Ya sean penaltis, lanzamientos de nueve metros o disparos a bocajarro. Acabó con un porcentaje del 54%, deteniendo 14 de 26 lanzamientos. Y su gran actuación bajo palos se vio secundada magníficamente por Mirko Alilovic. Salió en la recta final para guardar la portería y a fe que lo hizo realmente bien. Sus porcentajes superaron incluso a los de Saric. Un 64% de aciertos, con siete paradas a once lanzamientos. Y para que nada faltase, en la segunda mitad el ataque del Ademar brilló como hacía tiempo que no se veía. En los ataques posicionales, el balón pasaba de un jugador a otro como trazado con tiralíneas, los jugadores se movían entre la defensa irundarra como peces en el agua buscando las mejores opciones individuales. Fruto de ese dominio y de las recuperaciones de balón, los contraataques comenzaron a sucederse. El Ademar hizo ayer once contras fulgurantes que recordaron las de los viejos tiempos. Llevaron la firma de su cuarteto de extremos letales: Krivoshlykov, Urdiales, Stranovsky y Costa y del central Jakobsen. El rival seguía sin oponer prácticamente nada. El meta noruego Erevik hacía lo que podía, pero en la mayoría de los casos estaba literalmente vendido. Hacía muchos minutos que habían bajado los brazos, esperando que la tunda acabase cuanto antes. A diferencia de otros partidos, el Ademar nunca dio opciones al rival de que se enganchase al partido. Fue una apisonadora. Cuando abrió brecha la mantuvo y la amplió. Incluso hubo muchos momentos en que el Ademar jugó para gustarse. Uno fue el gol de Jakobsen desde su campo, otro el fly intentaron entre Krivoshlykov y Stranovsky y que no entró de milagro. Si llega a subir al marcador el Palacio se hubiese venido abajo. Grave lesión de Arrieta Para colmo de males, el Bidasoa perdió a su extremo Arrieta por una grave lesión en su tobillo derecho. En una entrada chocó con Costa y destrozó su ligamento. Era lo que les faltaba para consumar una tarde negra. Al final 31-16. Un resultado que sin duda insuflará al Ademar una gran dosis de moral para el partido que disputará el próximo miércoles ante el Valladolid. Un derbi siempre especial, que exige la máxima intensidad.

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