Diario de León

Inteligencia, trabajo y temple

A las tres grandes virtudes que adornan al campeón asturiano habría que añadir la constancia y una agresividad controlada. El fruto de todas le ha dado su segundo mundial

Publicado por
José María Rubio | Adrián Rodríguez - sao paulomadrid
León

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La inteligencia es una de las grandes virtudes de Alonso para gestionar las carreras. Tiene una visión global de la prueba desde el monoplaza, algo que pocos pilotos poseen. Sabe cuando se está jugando la carrera, cuando hay que atacar y asumir riesgos y cuando hay que ser cauto y esperar acontecimientos. Sólo arriesga cuando es estrictamente necesario. De esa forma conserva la mecánica del coche siempre en perfecto estado hasta el final. También demostró ser astuto en Hungría, cuando provocó el adelantamiento de Schumacher con bandera roja, por lo que le cayó una sanción de dos segundos al alemán. Constancia La constancia adorna el trabajo de Alonso. A lo largo de su trayectoria deportiva nunca se ha dado por vencido. Esto no sólo lo aplica a su faceta de piloto, sino también en la vida diaria. Cuando juega al Tetris en su PSP no descansa hasta que supera a su adversario, aunque para ello tenga que acostarse más tarde de lo debido. No podría dormir sabiendo que le han ganado y sin intentarlo hasta el final. Suele acostarse con la victoria en el bolsillo. Trabajo Es un trabajador infatigable con los ingenieros. Cuando acaban los entrenamientos no duda en pasar varias horas reunido con ellos para intercambiar opiniones y, sobre todo, analizar y comparar sus sensaciones con lo que indican los sensores del coche. Pregunta todo, quiere saberlo todo, analiza las gráficas del comportamiento del coche y del motor hasta sus últimas líneas, y no sale de la sala de ingenieros hasta que conoce las razones de por qué ha ido bien o mal. Las pruebas privadas, empero, le parecen largas y tediosas. Pilotaje Su estilo de pilotaje no ha cambiado apenas. Este año tenía más experiencia, pero eso no ha hecho que modifique la forma agresiva, con esos golpes de volante que tan buenos resultados le han dado. Siempre se habló de que el año pasado tendría que cambiar porque las ruedas no iban a aguantar su agresividad. No lo hizo y ganó el título. Este año el coche estaba aún más hecho a su medida, y siguió de la misma manera, con mejores resultados, especialmente frente a un equipo y un piloto mucho más agresivos y constantes que el McLaren y Raikkonen del 2005. Agresividad controlada Desde su época en el karting, donde tenía que cuidar la mecánica al máximo, Alonso ha sabido siempre sacar el mayor partido posible al material de que disponía en cada momento. A lo largo del año supo jugársela si era necesario, y mantenerse a la expectativa cuando veía que no tenía coche para ganar. Pocas veces ha atacado a lo tonto y quizás el único desliz de agresividad descontrolada lo cometió en Hungría, cuando se enfadó con Doornbos y le cerró a final de recta en los entrenamientos, lo que le valió un segundo de penalización en la calificación. Mecánica fiable Ha tenido un coche que no le ha abandonado más que una vez en toda la temporada. La rotura de motor de Monza no tenía un precedente desde 2003. Tampoco acabó en Hungría, pero fue por un fallo en el repostaje al salirse la rueda trasera derecha por una tuerca mal colocada. El coche de Alonso ha sido casi irrompible y en eso tiene que ver que no fuerza la mecánica más de lo necesario, al contrario por ejemplo que Raikkonen. En Renault siempre han estado orgullosos de optimizar los recursos y Alonso es un maestro en llevar esta política a la pista y ganar con un coche menos competitivo. Victorias clave El inicio de temporada volvió a ser clave en el desarrollo del campeonato. Llegar a Europa con dos victorias y un segundo puesto fue un arranque perfecto. Cuando Schumacher y Ferrari comenzaron su andadura victoriosa tenían ya un retraso de 17 puntos respeto a Alonso que solamente pudieron compensar con el motor roto de Italia, cuando faltaban ya sólo tres pruebas para el final. Ganó en España, Mónaco, Gran Bretaña y Canadá supusieron un golpe de efecto en medio de la temporada, ya que después vino una época de «vacas flacas», que duró hasta Japón, donde Michael Schumacher rompió el motor y se despidió de sus aspiraciones al título.

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