Diario de León

Las crecidas limpian los cauces un mes antes del comienzo de las frezas

Aspecto del Eria, cerca de Castrocontrigo, durante las últimas riadas

Aspecto del Eria, cerca de Castrocontrigo, durante las últimas riadas

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P. Vizcay - león
León

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Las impresionantes crecidas que se han producido en los ríos de León a finales de octubre y que han puesto de manifiesto la nefasta política que en materia de limpieza y acondicionamiento de cauces y márgenes llevan a cabo tanto la Confederación Hidrográfica del Duero como la Junta ha tenido su efecto positivo: la limpieza del lecho de los ríos. Ahora, cuando comienzan a remitir los caudales y a aclararse las aguas se pueden observar, como hacía años que no se veían, las gravas removidas y las cascajeras limpias. Dicen los viejos ribereños que el agua tiene memoria. Pueden pasar bastantes años, pero al final el río recobra su territorio y de poco sirve que se le hayan puesto aceras o interminables escolleras en un intento de encorsetarle para ganar terrenos a costa de su lecho de inundación. Las obras e infraestructuras realizadas en ocasiones por unos Ayuntamientos que necesitan nuevos terrenos después de haber dilapidado su patrimonio quedan a merced de la riada con las pérdidas consiguientes. En esta ocasión el «daño» ha quedado mitigado gracias a que los embalses estaban semivacíos y los campos resecos. ¿Qué habría sucedido si en vez de octubre hubiese llovido de esta forma en marzo con las montañas cubiertas de nieve? Pero aunque nunca llueve a gusto de todos lo cierto es que de cara a las poblaciones trucheras lo ha hecho en el momento apropiado. El estiaje que padecían los ríos, especialmente los de montaña, era tan acusado que en algunos tramos se imponía ya el rescate de truchas. Por otra parte y en los ríos regulados, los fondos aparecían sucios, casi eutrofizados, los cantos soldados y los fondos poblados de vegetación subacuática. Este año no será necesario limpiar frezaderos, labor que altruistamente realizaban todos los inviernos varias sociedades de pescadores. En el Órbigo, a la altura de Veguellina, pueden verse cascajeras de canto rodado totalmente limpias. Lo mismo sucede en el Esla, donde los caleños producidos por las graveras comienzan a rellenarse de gravas gruesas. Y las truchas autóctonas, las pocas que quedan, habrán comenzado a remontar el Curueño o el Omaña hasta el Valle Gordo, donde siempre han frezado entre noviembre y febrero.

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