Crónica | Al sereno
El coto de Las Salas, otro fraude
Venden algo que sólo se soporta sobre un nombre histórico, de primera categoría, del que sólo queda eso, el nombre y el entorno de la gran montaña y la cercanía a Riaño
Vuelvo a encontrarme con el río Esla. Algo he oído. Me supongo. ¡Sé! Pero como la esperanza dicen que nunca se pierde¿ Lo cierto es que seguimos sugestionados por el calificativo que se le da a cada tramo de río, y suponemos que cuando dice vedado tiene algún motivo para que allí las truchas se desarrollen multiplicándose, pues para eso se les ha dado un espacio donde ya nadie las puede molestar, sea cual sea la época del año. Lo mismo ocurre cuando dice coto de pesca, donde crees que pagas un permiso porque se trata de un tramo en el que la conservación y las repoblaciones están garantizadas por una vigilancia efectiva. Bueno, pues yo he elegido los tres permisos a los que tienes derecho para pescar con muerte, es decir, como siempre, porque allí, en el cartoncillo que te mandan al efecto dice: acotados (o cotos) y tú, que piensas que cuando se les da este nombre es por alguna razón que tiene algo que ver con la cantidad o la densidad de truchas que habitan en sus aguas, siempre superior a la que te puedes encontrar en cualquier otro tramo libre, pues vas y dices: «A ver, ¿qué nos queda para el primer grupo?». Sorpresa, todavía queda alguno suelto del Condado para últimos de agosto. Bien, aquí es difícil pinchar, aunque sólo saques dos o tres truchas en estas fechas de agosto, ya que está considerado como el más mimado y mejor vigilado de toda la provincia. «¿Y del segundo grupo?» No lo dudo, vuelvo a escoger Vegamián, por ver si a la tercera puede ser la vencida, pues ya llevo dos años pinchando en él (y así sucedió, pues pinché aún más, ya que ni siquiera las vi). «Y, ahora, ¿qué cojo del tercer grupo?». El dilema es grande, porque sabes que te expones a lo mismo que otras veces, y casi sería mejor no pedirlo, pero¿ ¿no vas a ir más que dos veces a pescar truchas este año? ¿Y cuál escoges? A los que ya fuiste de este grupo siempre te defraudaron, y está entre ellos el nombre de Las Salas, que sigue siendo coto, y piensas que quizá los rumores que circulan los han propagado pescadores novatos o poco experimentados y que, haciendo honor a la solera de su nombre, que tantas jornadas especiales de pesca nos donó mucho antes de que las aguas del pantano de Riaño fueran soltadas por su cauce, no dejaría de conservar por lo menos un pequeño resto, la muestra de lo que había contenido. Si tiene algo de pesca, pensé, como debiera corresponder a un tramo acotado, no sería difícil verlas e incluso probarlas (una, dos, tres¿). Decidido. Total, poco se iba a perder. En el peor de los casos, el importe del permiso, el gasto de gasolina y el tiempo, sin contar la decepción y la sensación de haber sido de nuevo engañado. Escogí, por tanto, Las Salas. De decepción en decepción Llegado el día y pertrechado adecuadamente inicié la ruta por Boñar y continué hacia Sabero, para encontrar en Vegamediana la que accede por Cistierna hacia Riaño. En todos los lugares donde en río puede ser observado desde la carretera, me voy fijando en su caudal, que es muy abundante al hallarnos en la época de mayor desembalse, y en la concurrencia de pescadores en sus márgenes. Extraña sobremanera que, ni en tramos libres ni en acotados se vislumbre el menor movimiento de cimbreo de cañas ni de personas, y por mucho que insisto en mi observación, descuidando incluso algunos momentos la conducción, no logro ver a nadie. Toda la zona libre observable se halla desierta y el coto de Valdoré también. Llego por fin al coto de Las Salas y me apeo un poco por encima del puente de Argovejo, en Crémenes, para ver esta zona pescable. El agua abundante en exceso, transparente y muy fría. Las orillas encharcadas y las entradas difíciles. Vuelvo al coche y trato de encontrar algún lugar mejor más arriba y termino llegando al puente que atraviesa el río en el mismo pueblo de Las Salas. Donde otrora siempre había algunos coches, varios pescadores intentándolo y un río lleno de truchas, encuentro un lugar aislado y solo, desde donde se observa un río caudaloso y sin nadie que ejerza de pescador en todo el trayecto que alcanza la vista. En la superficie ningún círculo que delate si se trata de agua viva o es simplemente agua muerta en movimiento. Decido retroceder y volver a la parte baja del coto, donde el acceso es más fácil. La hora aún es buena para intentar algunos lances a cucharilla. Mientras, observo que todavía vuelan algunas moscas de mayo sobre la superficie, además de varios grupos de efémeras, a los que ningún pez molesta ni intenta engullir cebándose a ellos. Transcurre el tiempo y la cucharilla es incapaz de excitar a ninguna trucha, ni grande ni pequeña. Ni siquiera se ve venir a ninguna persiguiéndola. Todo se halla como vacío y raro. Nada que ver con lo que se supone que tiene que ser un acotado, como no sea por los letreros. Van pasando las horas y el convencimiento de que me han vendido algo que sólo se soporta sobre un nombre histórico, de primera categoría, del que solamente le queda eso, el nombre y el entorno de la gran montaña y la cercanía a Riaño. Las truchas¿ creo que ya nadie se acuerda de ellas, como si fueran un fósil. Me explico: estuve cinco horas largas buscando el motivo de mi visita, empleando varios medios para conseguirlo, pero todo fue en vano. Ni siquiera la sombra de una fario, ni pequeña, ni mediana, ni grande. Y lo mismo me ocurrió con los inevitables pescadores que se supone acudirían a un coto real. Ni siquiera la sombra de alguno de ellos. El coto parecía estar vacío. Tampoco la sombra del guarda vino a distraerme de la monotonía de los lances. Esta es una cuestión que me viene ocurriendo en casi todos los cotos en los últimos años. Con la excepción del Condado, que siempre está vigilado, los demás da la sensación que a los guardas les han encomendado algún otro trabajo en el monte o no están dispuestos a que los pescadores les incriminen y abronquen por vigilar solo de día estos lugares, en los que no hay nada que vigilar. Al regreso, con la impotencia del que se sabe burlado y no puede hacer nada para remediarlo, como no sea darlo a conocer, entro en la primera gasolinera para repostar, y comento con el empleado sobre la pesca en este río. La respuesta textual fue la siguiente: «En esta zona (Cistierna, valle de Sabero y todo el entorno) nadie se queda ya a pescar en el Esla. Todos marchan a los tramos por encima del pantano de Riaño o se van al Cea, pero aquí no se quedan porque no se pesca nada». ¿Qué hacen en estas listas tanta cantidad de cotos deshabitados y sin vigilancia? ¿Es sólo por mantener el prestigio de unos nombres que fueron y no son, o es por seguir recaudando a cambio de un servicio que no se presta?