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MARRO
León

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PROSEGUIMOS CON la serie que iniciábamos la semana pasada y que pretendemos rematar la próxima. Se impone un luchístico cambio de rumbo si en verdad apostamos por el futuro. La lucha leonesa con vocación de futuro ha de ser otra cosa bien diferente de lo actual. «No es eso, no es eso...» parodiando a Ortega. Se impone un giro de 90º superador de la rutina de más de lo mismo, que parece tender a perpetuarse. Desidia cazurroaluchera. Salir del estado de frustración, elevando el ánimo superdecaído del aficionado mínimamente sensible y analista. Si va a continuar la tónica del atecharse y apesebrarse federativamente, que los Clubs tomen el relevo federativo, al menos con carácter invernal. Con algún tipo de proyecto innovador, singular, ameno e ilusionante. Un giro a la forma de presentar la lucha leonesa en base y bajo el prisma de que existen otras formas de presentación que agilizan y amenizan el desarrollo competitivo. Allá por finales de la década de los cincuenta, cuando aún quedaba muy lejos la aparición de los clubs, algunos entes promovieron con sentido moderno la imagen de la lucha leonesa. Eventos con singularidades. Evoquemos un par de ellos. En la mañana de la festividad feriante de Todos los Santos, la Obra Sindical de Educación y Descanso (gran impulsora del deporte y muy en particular de la lucha leonesa en aquella época por más que no resulte políticamente reconocerlo en razón de su «verticalismo»), montaba en el desaparecido Teatro Principal una competición luchística de poco más de hora y media de duración. Combates prefijados que figuraban en programas de mano entregados a los espectadores a la entrada. Nestor Villayandre, Cayo de Celis y Felipe León se impondrían en cada categoría, con el triunfo final de «Cayuso» por el título inter-pesos. Obviamente, dejó el mejor sabor y se desarrolló todo a plena satisfacción. Por esa misma época, entorno a las Navidades y durante dos años seguidos, la Asociación de la Prensa Leonesa llevaba a ese mismo teatro sus «Galas de la Prensa» con una velada nocturna de enfoque deportivo. Judo, esgrima, lucha leonesa. Sin duda el campeonísimo Felipe León recordará su experimental enfrentamiento con un judoca, que resultó de lo más curioso y vibrante. Saltando ya a los años sesenta, en los carteles de varias veladas mixtas nocturnas de los sábados en la Sala Club Radio, figuraban tanto los emparejamientos nominales del boxeo como los de la lucha leonesa. 4 luchadores y 2 combates cada uno: semifinales/tercer puesto/final. Heraclio Yugueros de Villarmún, entre otros que no recordamos, tendrá muy presente su participación. Al margen de lo invernal, saltando al arranque de los años setenta, ya hemos recordado en alguna otra ocasión el montaje federativo en el descanso de sendos partidos de la Cultural. En la 2.ª División de entonces y con el Amilivia casi lleno. 8 luchadores de un solo peso (4 Ribera y 4 Montaña), 12 combates (3 cada luchador y para clasificaciones del 1.º al 8.º), a 2 caídas... y aún sobró tiempo. Manuel García «Manolete» y Bernardo Alvares sin duda conservarán la bandeja de ganadores donada por la Cultural y entregada por el entonces presidente Ángel Panero. Con 8.000 programas distribuidos a la entrada con los combates de «cuartos» establecidos y el encasillado para que cada espectador pudiera ir anotando el sucesivo proceso de enfrentamientos. Megafonía de Estadio y aparte identificación de los luchadores mediante números de dorsal (números que figuraban en las hojas junto a cada nombre): camisetas de las dos equipaciones de la «Cultu» -blancas y rojas- para Ribera y Montaña. Si todo está inventado en el deporte y casi todo en la Lucha Leonesa. En cualquier caso, dicha sea la leve reseña anterior tan sólo como mera referencia de lo que se puede hacer como elemento dinamizador invernal (y primaveral/otoñal) para la captación de nuevos aficionados por el camino de la brevedad y la amenidad, tan alejado de la imagen -y la realidad- del aluche adormecido. Aún nos queda espacio para otra singularidad, en este caso con acento «canterano»; luego también futurista. Finales de los años ochenta y primeros de los noventa. Más de cien Escuelas de lucha y en zonas tan poco luchísticas como El Bierzo, Laciana, Maragatería, Cepeda, Órbigo, Páramo, Luna, Tierra de Campos... Con competición oficial a lo largo de todo el Curso; torneo de eliminatorias comarcales rematadas con una gran final provincial. En medio, miles de kilómetros de desplazamiento de monitores para entrenamientos, montajes y organización competitiva etcétera, etcétera, etcétera. La entonces dirigente Agrupación Provincial de Lucha Leonesa lo sacó adelante factiblemente gratificante y esperanzador cara al futuro. Otra Lucha no ya será posible, es que fue posible. Y ha de volver a serlo...