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El Bernabéu estalla con una pañolada histórica entre gritos de dimisión para Fabio Capello y Calderón (0-1)

Sergio Ramos se quita la camiseta tras concluir el partido

Publicado por
Ignacio Tylko - madrid
León

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Ni la vuelva de Raúl, ni el regreso de Guti, ni la venta de Ronaldo, ni doña Milagros, la jueza del voto por correo, rescataron al Real Madrid del enorme socavón en el que está metido. Un gol de penalti de Salva y un cerrojazo en toda regla bastaron al humilde Levante de Abel Resino para lograr un sonado e histórico triunfo en el Bernabéu que colmó la paciencia de una hinchada que, harta ya de estar harta, dedicó un pañolada tremenda a Calderón y Capello, acompañada de gritos de «¡dimisión, dimisión!». El Madrid, sin fútbol, sin gol, sin alegría y sin plan alguno, ni es un equipo en construcción, ni nada que se le parezca. Es un sinsentido, una suma de jugadores que no saben a qué atenerse ni dan la talla exigible para jugar en el club más grande. Ni siquiera a la brava, a la antigua usanza, los madrileños fueron capaces de romper la férrea resistencia del Levante. Fueron una calamidad. La enorme bronca con la que Chamartín despidió a su equipo ya en el descanso fue un preludio de lo que vendría después. Dejó patente la pésima imagen del lento y previsible Real Madrid, que dominó porque lo exigía el guión pero fue incapaz de tirar paredes, de romper la arriesgadísima línea adelantada dispuesta por Abel y de entrar por banda. Así, a nadie extraña que apenas inquietase a Molina. Atrás, esta vez sin Cannavaro como chivo expiatorio, los blancos tampoco se mostraron contundentes. La única vez que los valencianos tiraron entre los tres palos, marcaron. Fue tras una bella acción del potente Kapo que acabó en un penalti clarísimo de Diarra a Tommasi. Salva no perdonó, aunque Iker rozó el balón, y pudo gozar de otra gran ocasión, invalidada por un offside inexistente. Con un mundo -80 minutos por delante- para remontar, el Madrid no supo qué hacer con el balón porque le quema y porque Capello es de los que lo desprecian. El reaparecido Guti no vive feliz tan alejado del área y Raúl, también de vuelta, lo intenta por todos los lados pero le sobra esfuerzo y le faltan oxígeno y claridad. Van Nistelrooy, desaparecido durante más de media hora, falló la única gran ocasión merengue en todo el período inicial. Todo lo que hizo Capello en el descanso fue quitar a Reyes, que se lo merecía, y dar entrada a Robinho. Pero no ofreció ninguna variante táctica. Escondido, sólo se levantaba para reclamar al árbitro algún penalti, como el absurdo y claro que Rubiales le hizo al ariete holandés pero que el árbitro catalán no vio. Al final, el Levante firmó una gesta pero ni se lo creía. El Bernabéu quizá se lo venía venir.

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