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Publicado por
DOMINGO SHANKLY
León

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ZAPATERO se despidió del Toralín admirándose del «buen nivel» de fútbol en la Segunda División. No sé si porque es uno de los reyes de lo políticamente correcto y no quiso ofender, o porque en realidad lo suyo, como ha admitido más de una vez, es el baloncesto. El fútbol es caprichoso y la victoria generosa hasta el extremo. La Deportiva exhibió su repertorio de fútbol más tosco, muy lejano del que concluyó con derrota frente a equipos como el Sporting o el Alavés. Pero el aficionado salió satisfecho, con los testículos pegados a la glotis, pero satisfecho. A estas alturas ya sólo importan los tres puntos. Sea gracias al cabalístico efecto Zapatero, al más certero efecto Raponi o quien sabe si al espíritu Pep Guardiola, que para sus adentros debió tragarse la indignación de contemplar el maltrato que tanto el Ciudad de Murcia y aún más la Deportiva le propinaron al balón. Lo cierto que más que efectos, sobre el tapiz del Toralín abundaron los defectos. Las pérdidas relámpago de balón de una media cebada en la presión, el abuso del lanzamiento en largo sobre un Nabil Baha que cada vez se antoja más sustituible por el guerrillero Risso, y los despropósitos de un trío arbitral que de haberse desencadenado el empate todo el mundo estaría aún hoy vilipendiando. Como la Deportiva fue casi tan efectiva en ataque como la que comenzó la temporada, ninguno de estos razonamientos parece importar a nadie. Vuelve la euforia, y en el fútbol los estados de ánimo resultan tan capitales como que los tres puntos conquistados ante los murcianos de una manera tan poco brillante vuelvan a convertirse en el punto de partida de la anhelada salvación. Aunque la sensación puramente futbolística no sea precisamente la más reconfortante. El triunfo aplaca incluso al creciente número de entrenadores que comienzan a surgir en la grada. La «peña» urgía el relevo de Rubén Vega. Pero Pichi no se enteró (¡Gracias a Dios!). En cambio, a Baha le regaló más de medio segundo tiempo. Cuando pocos son capaces de hallar un argumento sólido para justificar que la Deportiva gane desde la rudeza y pierda desde la sutileza, entonces lo más habitual y placentero es acudir a la cábala. Que venga Zapatero todos los fines de semana, o tal vez Guardiola, o quien sabe si un señor de Murcia. El línea, Garlito, «nunca mais».

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