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¡Más madera, es la guerra!
El derbi no sólo se jugó en la pista. En la grada las dos aficiones también lo hicieron y con un notable grado de virulencia. Son muchos años siendo enemigos irreconciliables
«El reino de León saluda a su condado castellano». Un enorme cartel con esta frase saludó ayer, y no precisamente con el deseo de hacer amigos, a los varios centenares de aficionados pucelanos que acudieron a León a presenciar el partido. Por cómo se pusieron no debió de gustarles nada. En los minutos previos, las dos aficiones ya calentaron la caldera del Palacio. Y como la temperatura era además buena, el termómetro subió y subió. Cientos de banderas leonesas púrpuras ondeaban en casi todos los rincones del pabellón. ¿Todos? No. En uno lo hacían las amarillas y moradas de los pucelanos. Que además vinieron con ganas de provocar porque así se le llama a sus insultos y a colocar en su zona una gran bandera con el León cruzada con un aspa. Claro que enfrente abundaban los castillos -de Castilla se entiende- cruzados también por una gran aspa de rechazo. El partido avanza y en la grada también. Los gritos de «¡Ademar! ¡León! y ¡A por ellos!» tienen réplica en el «Hale Pucela, hale, hale». Castresana, como no podía ser menos, también se coló en la fiesta. Un gesto suyo cuando hizo un gol fue correspondido con la batería de insultos que le dedican. Seguro que ayer le dijo a su madre que no fuese al partido. Pero León gana y vapulea a los amarillos. En la recta final, el Palacio hace la ola y cientos de dedos con el dedo índice hacia arriba se dirigen hacia la zona de la marea amarilla. «¡Toma hale Pucela!». Castresana se despide de ellos agitando la mano. Saluditos.